Ben Clark lee sus poemas de pie. «Hay que aprovechar
este cuerpo», dijo, con entrenada ironía. Y empuñó el micrófono con la mano
derecha y el libro con la izquierda y fue alternando la lectura de poemas de
varios libros: por supuesto del último, La
policía celeste, premio Loewe 2017; pero también de los dos anteriores, La Fiera y Los últimos perros de Shackleton, los libros que terminaron de
poner su nombre en el panorama después de haber ganado el premio Hiperión en 2006
y el Ojo Crítico de Radio Nacional en 2014.
Con tan solo 34 años, este poeta
nacido en Ibiza en 1984, hijo de una familia galesa, ha ascendido como un meteoro
con su escritura clara, aunque no sencilla, como se esmera en puntualizar. Dice
que no se recuerda un instante de su vida en que no fuera bilingüe, aunque la
poesía la escribe siempre en castellano. Se ha instalado en Málaga y se dedica
a difundir sus libros por toda la geografía nacional en una gira que se está
currando él mismo y que lo ha traído al Teatro Circo de Albacete, donde seguirá
camino hacia Segovia, Plasencia y otros lugares castellanos. Una gira tan
amplia que la podría firmar cualquier rockero.
La poda de unas palmeras colapsó
la avenida que enlaza el este de Málaga con el centro de la ciudad y le impidió
subirse al tren. Pero, ni corto ni perezoso, se volvió a su casa, arrancó el
coche y vino conduciendo hasta Albacete con el tiempo justo de darse una ducha,
tomar una pinta y leer sus poemas. Tal vez por eso, entre pieza y pieza, bebía
un sorbo grande de agua, como si estuviera corriendo una maratón, a punto de deshidratarse. Al mismo tiempo consultaba el guion de la lectura,
anotado en su Iphone, que descansaba también sobre la mesa.
Ben Clark no se
limita a leer, interpreta sus poemas mientras agita las manos. Al principio,
sacudía con su mano izquierda el libro, hasta que un atento operario del Teatro
Circo le incorporó un pie de micro para liberar sus gestos. Lo agradeció con mesura
y respeto. Es un tipo educado este joven ibicenco que ha rendido homenaje en este
último y galardonado poemario a sus padres y su casa y a los planetas que giran
ofreciendo metáforas a nuestra vida cotidiana.
Sobre su cabeza, el techo
estrellado del Teatro subrayaba el clima. «Sois un público silencioso» dijo en
algún momento. Un público, en cualquier caso, compuesto por cerca de un centenar
de personas que siguió con atención la lectura y prorrumpió al final en un
aplauso tan transparente como la propia poesía que acababa de escuchar.
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