El periodista y escritor Manuel Moral falleció el pasado lunes 24
de abril, casi en el día del libro, al que había dedicado muchas de sus horas
más felices. Entre otros galardones, se acumulan en las vitrinas de su casa el
Micrófono de Oro, la Insignia de Oro y la Antena de Oro de la Federación de
profesionales de radio y televisión de España, que le habían entregado en
Albacete.
Sin embargo, él mismo reconocía que sus años más productivos los
pasó en la ciudad alemana de Münich, dirigiendo el programa en castellano de
Radiodifusión Alemana, Radio Baviera, el que mantenía vinculados a su nostalgia
y a sus raíces a los muchos españoles que trabajaban en tierras germanas cuando
España era un país de emigrantes, cosa que por desgracia vuelve a ocurrir.
Entre 1966 y julio de 1999, la voz y las colaboraciones de Manuel Moral
establecieron un puente entre las dos naciones. Así lo supieron reconocer el
Rey don Juan Carlos, que le entregó la Encomienda al Mérito Civil y el
presidente de la República Federal Alemana que prendió de su pecho la Cruz del
Mérito Civil de Primera Clase.
Pero Moral no solo fue un periodista y un profesor de español,
sino que fue un baluarte de la democracia y el socialismo en todos los foros a
los que tuvo acceso, en una época en la que el franquismo estaba vivo y activo.
De hecho, en su segundo libro de memorias, La
flor azul (2001), recordaba que en 1972 el mismo Adolfo Suárez, cuando era
todavía Director General de Radiodifusión y Televisión, envió una carta al
director de Radio Baviera protestando por lo que consideraba «soflamas
antiespañolas», es decir antifranquistas, que emitía el ahora fallecido en sus
programas.
Aunque había nacido en el madrileño barrio de Cuatro Caminos en
1936, Manuel Moral se consideraba albaceteño. De orígenes rodenses, su familia
se instaló en la ciudad cuando él contaba diez años. En el instituto del Parque
estudió el Bachillerato y empezó a interesarse por la lengua germana con tal obsesión
que se ganó el apodo de Stuka entre
sus compañeros.
En sus últimos años, recordaba con nostalgia que, al alzar la
cabeza de los libros, veía desde su ventana «Chinchilla, un paisaje de huertas
y de balsas y, hacia el sur, la auténtica Pulgosa». Ahora se sentía un
forastero en este este Albacete donde «por todas partes que mires se nos fue el
campo». «Necesito paisajes», decía, «para perder la mirada en una inmensa
llanura, lo mismo que el mar, solo limitada por el horizonte». Vivía en la
calle Simón Abril, al otro lado del Instituto.
Su última obra fue un diccionario español-alemán de palabrotas, que le encargaron para
orientar a los traductores de películas y series españolas en el uso de los
términos coloquiales del castellano actual. También renegaba del partido en el
que había militado con pasión hasta ser cofundador de las secciones del PSOE y
UGT en Münich. «Se han apropiado de las siglas del antiguo Pablo Iglesias», decía
decepcionado.
Aparte de su primer libro memorialista, El pan de los vencidos (1991) y de sus colaboraciones en numerosos
medios, desde el mítico El Socialista
hasta Cuadernos para el diálogo, Cal y Canto, Barcarola y otros tantos alemanes, es probable que Manuel Moral deje
abundante obra inédita en casi todos los géneros: «Los recuerdos son peligrosos
pues traen la nostalgia y la melancolía, que producen somnolencia sentimental»,
comentaba en una de sus cartas, verdaderos regalos literarios.
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