domingo, 26 de julio de 2020

La nueva cortesía


Independientemente de que sea obligatoria, la mascarilla se ha convertido en la nueva cortesía social. Equivale a estrechar la mano.
No olvidemos que estrechar la mano es una reminiscencia guerrera. Nuestros antepasados enlazaban la mano desnuda con la de su adversario, antes de la negociación, para mostrar que no empuñaban arma y que por tanto no tenían intención de agredir. Era como una bandera blanca de carne y hueso. Ahora esa reminiscencia, entrañada ya en nuestros hábitos sociales, tanto cercanos como de etiqueta, vuelve a ser una agresión, porque para estrechar la mano hay que romper la distancia de seguridad, y nuestro acercamiento se convierte en una invasión, una amenaza. La amenaza de contagiar con el virus. La alternativa de saludarse con el codo, no deja de ser un tosco e incómodo remedo de extremidades amputadas, y de hecho tampoco garantiza la distancia reglamentaria. En cuanto a saludarse con los pies, queda bien para el desenfado juvenil, pero no para un encuentro entre personas serias. Lejos, muy lejos quedan los besos estallados en la oreja y los abrazos. Se han vuelto sucios, perversos, pecaminosos. Quedan para una hipotética y anhelada normalidad, posterior a la implantación de la vacuna, que ya veremos si llega. Casi todos hemos acabado comprendiendo que llevar puesta la mascarilla está enviando un mensaje a quienes nos ven pasar. Un mensaje que al principio se entendía como «no quiero que me contagies». Había gente a la que le molestaba mucho provocar esa reacción defensiva. Les hacía sentirse apestados. Poco a poco se va imponiendo el significado de «no quiero contagiarte, la llevo puesta por respeto, es incómoda, se me empañan las gafas, me desfigura, me amordaza, pero aun así me la pongo para demostrarte mi cortesía, que te puedas relajar un poco, que estés bien conmigo, sin miedo de enfermar». El que va con la cara al descubierto, lleva la mascarilla barbillera, o asoma las narices sobre la tela, directamente hace daño, antes que nada, a la vista. La rebeldía juvenil de prescindir de la mascarilla ya no es rebeldía, sino mala educación.

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Estos artículos se han publicado los domingos en la página 2 del diario La Tribuna de Albacete