El anillo de Mordor crea adición. Dos bonachones como Bilbo o
Frodo tienen que exprimir su voluntad para sacárselo del dedo y arrojarlo al
volcán. Me parecía la mejor metáfora del poder. Y vengo de confirmarlo. Puedo
comprender a esos Golums que llevan el anillo tanto tiempo que ya olvidaron
quiénes eran y se sienten incapaces de hacer otra cosa y se vuelven agresivos e
incluso muerden si peligra su tesoro. Ya los distingo en la mirada.
De hecho, he conocido a Golums que nunca han portado el anillo, pero llevan décadas persiguiéndolo con la vista, hipnotizados por el brillo prometedor del metal mágico. Cuando hace cuatro años emprendí mi aventura, tenía claro que solo iba a prestar un servicio a mi pueblo. Me parecía inmoral limitarme a criticar a quienes estaban ejerciendo la política sin ponerme en su pellejo, sin comprobar si mis críticas tenían sentido. El azar estuvo de mi parte. El grupo de Izquierda Unida de Chinchilla me respaldó aunque era un recién llegado. Y el partido me apoyó como si fuera de los suyos, aunque no tengo carné. Tenía claro que estaría cuatro años donde me tocase estar. Ni uno más, porque estaba aplazando otros proyectos más vocacionales. Y no podía hacerme ilusiones: IU nunca había gobernado en Chinchilla. Pero hubo 422 chinchillanos que nos votaron (gracias por creer en nosotros) y pude vivir todas las experiencias: la de la oposición, la de los pactos, la concejalía de cultura e incluso la alcaldía. Lo hice lo mejor que supe y que pude, y me siento orgulloso. En este tiempo, en las trastiendas de los bares y en las redes sociales, las mezquindades partidistas han difundido bulos sobre mí solo verosímiles para los que prefieren creer lo que les dicen que pararse a pensar. Asumo que parte de mi empresa consistía en ser chivo expiatorio. Sin embargo, estoy satisfecho y limpio de conciencia. He entregado mi testigo a José Ignacio Díaz Huedo, como yo lo recibí de Antonio Cola y este de Mamen Selva. Se queda un equipo joven trabajando a tope. Y me siento eslabón en la cadena. Y estoy agradecido de haber tenido ocasión de calzar el anillo y fuerzas para pasarlo al compañero más capaz.
De hecho, he conocido a Golums que nunca han portado el anillo, pero llevan décadas persiguiéndolo con la vista, hipnotizados por el brillo prometedor del metal mágico. Cuando hace cuatro años emprendí mi aventura, tenía claro que solo iba a prestar un servicio a mi pueblo. Me parecía inmoral limitarme a criticar a quienes estaban ejerciendo la política sin ponerme en su pellejo, sin comprobar si mis críticas tenían sentido. El azar estuvo de mi parte. El grupo de Izquierda Unida de Chinchilla me respaldó aunque era un recién llegado. Y el partido me apoyó como si fuera de los suyos, aunque no tengo carné. Tenía claro que estaría cuatro años donde me tocase estar. Ni uno más, porque estaba aplazando otros proyectos más vocacionales. Y no podía hacerme ilusiones: IU nunca había gobernado en Chinchilla. Pero hubo 422 chinchillanos que nos votaron (gracias por creer en nosotros) y pude vivir todas las experiencias: la de la oposición, la de los pactos, la concejalía de cultura e incluso la alcaldía. Lo hice lo mejor que supe y que pude, y me siento orgulloso. En este tiempo, en las trastiendas de los bares y en las redes sociales, las mezquindades partidistas han difundido bulos sobre mí solo verosímiles para los que prefieren creer lo que les dicen que pararse a pensar. Asumo que parte de mi empresa consistía en ser chivo expiatorio. Sin embargo, estoy satisfecho y limpio de conciencia. He entregado mi testigo a José Ignacio Díaz Huedo, como yo lo recibí de Antonio Cola y este de Mamen Selva. Se queda un equipo joven trabajando a tope. Y me siento eslabón en la cadena. Y estoy agradecido de haber tenido ocasión de calzar el anillo y fuerzas para pasarlo al compañero más capaz.
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