Ni en los más estrafalarios sueños
de mi vida, había contemplado la posibilidad de entrar en política. Yo desde
pequeño solo quise ser escritor. Bueno, y también, hasta la adolescencia,
futbolista del Athletic de Bilbao. Pero, como a menudo sucede, de pronto y sin
buscarlo, me llegó una mano de cartas, y tuve que jugarlas. Decidí que solo hay
una manera de intentar cambiar algunas cosas que no me gustan de nuestra
sociedad: desde dentro. Por supuesto, no decidí ser alcalde. Nadie en sus
cabales podía pensar que desde Izquierda Unida se podía ser alcalde.
Los compañeros de Izquierda Unida me avalaron con su generosidad y me dispuse a echar una mano durante cuatro años. Y, tal como salieron las cosas, estaba dispuesto a echarla desde la oposición.
Los compañeros de Izquierda Unida me avalaron con su generosidad y me dispuse a echar una mano durante cuatro años. Y, tal como salieron las cosas, estaba dispuesto a echarla desde la oposición.
Luego las carambolas, y la poca
cabeza de nuestros antecesores, me franquearon la ocasión de ocupar durante
once meses este cargo al que ahora estoy renunciando. Ha sido un honor
maravilloso. La enorme responsabilidad que supone ser alcalde de tu pueblo se
compensa con la posibilidad de sentirse útil, de poder hacer cosas. Es evidente
que un periodo tan corto no da para grandes balances. Todo lo más, para ir
sentando las bases, mientras se aprende. Y esa es la labor a la que nos hemos
aplicado cada minuto sin dejarnos ni una gota en la reserva.
Lo primero que hicimos es bajarnos
los sueldos hasta el equivalente del salario mínimo interprofesional, lo que en
mi caso suponía dejarlo en menos de la mitad de lo que cobraba el alcalde
anterior. Es una cura de humildad muy instructiva ir a firmar las nóminas
sabiendo que tú, el que las respalda, eres el que menos cobra de todos. Además
había que normalizar un Ayuntamiento que nos encontramos paralizado porque
durante los últimos 18 meses lo habían dirigido solo tres concejales que se
negaron a negociar con el Pleno. Normalizarlo suponía recuperar el diálogo en
todos los frentes. Hemos recibido y escuchado a todo el que ha pedido audiencia.
Y hemos compartido el dolor y la impotencia de muchos chinchillanos que están
sufriendo la tortura social del paro.
Desatascamos el Área de Reparto 5 en
la única dirección en la que puede desatascarse, avanzando hacia la
finalización de las obras. Retomamos la relación con los centros educativos,
que llevaban dos años sin representante municipal en los consejos escolares. Recuperamos
el Foro de la Participación. Estamos actualizando las ordenanzas municipales. Contra
el recorte abusivo de subvenciones, hemos mantenido completos los Servicios Sociales,
tan imprescindibles para atender las infinitas necesidades que generan los
recortes. Estamos abriendo el patrimonio dormido de Chinchilla, para demostrar
que una ciudad bien situada y comunicada, con Castillo y Baños Árabes, y varias
iglesias y ermitas, y palacios y Tercia y Pósito y trazado medieval, está
pidiendo a gritos un desarrollo turístico. O sea, puestos de trabajo.
Sería interminable enumerarlo todo y
tampoco es este el momento. Muchas veces sucede que las labores más profundas
no se ven ni se notan. La normalidad es como un paisaje tranquilo. Parece que
no está sucediendo. Lo que se agita, te incomoda, te cabrea, está dentro de ti,
no fuera. Pero verlo te ayuda a poner las cosas en su sitio, aunque solo te des
cuenta de que el paisaje existía y de que merecía la pena, cuando ya no lo
tienes delante. Me gustaría pensar que este puede ser el legado de estos meses.
Crear el paisaje necesario para que todo lo importante vaya acomodándose en su
sitio.
Solo añadir que el punto de partida
de nuestros logros ha sido, y está siendo, el trabajar en un equipo formado por
concejales procedentes de tres listas distintas. Con siglas diferentes, pero
con un interés común: que Chinchilla funcione cada vez mejor. Aunque sea
sometidos al oleaje de la crisis, y aislados en medio de un imperio azul, como
la aldea gala de Asterix. Hasta ahora he coordinado yo unas veces y otras me
han coordinado a mí Morote, Verónica, Fran, Miguel Ángel y Josico. Gracias por
saber trabajar. Y gracias a la colaboración constante, imprescindible, de los 51
trabajadores del Ayuntamiento. Chinchilla debe saber que tiene unos verdaderos
profesionales, que saben lo que hay que hacer. Escuchándolos es fácil tomar
decisiones.
Permitidme dedicar unas palabras a los
míos. Mis hijos y mi mujer me quieren mucho y ese cariño los hace especialmente
vulnerables al ciego revanchismo político y a la agresividad sin puntería de
los trolls en las redes sociales. Ellos han pagado, no yo, el precio de este
servicio que estoy prestando. Ojalá que algún día, cuando acabe mi servicio,
pueda y sepa corresponderles. Y, en fin, si me emociono no es porque me pese
dejar la alcaldía, sino porque me emocionan las ceremonias y esta es una
ceremonia muy importante para mí. De hecho, es reconfortante pasar el testigo.
Sobre todo cuando el que lo recoge es una persona juiciosa y responsable. Un
amigo. Lo doloroso sería no encontrar a quién dárselo, y lo preocupante y
antidemocrático sería no querer soltarlo.
Tenemos el pacto a medio y
emprendemos la segunda parte. Así que no os hagáis ilusiones. Seguiré gastando
bromas en los pasillos y forzando la máquina en los despachos, ahora como
concejal de cultura y primer teniente de alcalde.
Muchas gracias.
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