martes, 21 de febrero de 2017

Participo en el homenaje al escritor y mecenas Isidoro Ballesteros


El homenaje se ha desarrollado en el Ateneo, con la presencia de la mujer y las dos hijas de Isidoro y muchos de sus amigos. Adjunto a continuación el texto con el que he intervenido:

Isidoro Ballesteros
Con Isidoro Ballesteros Ruiz (Albacete, 1942-2016) hemos perdido una de las últimas ventanas por las que aún podíamos asomarnos al Albacete antiguo, a aquel Albacete  que se podía recorrer tranquilamente a pie y donde todo el mundo se conocía y se trataba. Qué lejos el tiempo de mi infancia, cuando mis tías me llevaban de la mano, atravesando calles poco iluminadas, a una mercería llamada El Oeste, para abastecer de hilo y botones a mi tía Conchi. Aquellas salidas eran una auténtica aventura. Íbamos al Oeste. Qué nombre tan acertado, tan lleno de evocaciones, tan provocador de sueños.
Más adelante, en plena adolescencia, participé en un concurso de novela, y el patrocinador era El Oeste, convertido ahora en propulsor literario. No mucho después, cuando creamos la revista La Siesta del lobo, ahí estaba Isidoro Ballesteros, encarnando la leyenda, dando la forma justiciera a aquella mercería y a aquel certamen literario.
Isidoro ha sido el mejor mecenas que ha tenido la literatura albaceteña en el siglo XX. Probablemente el único. Antes de proponerle un proyecto, ya había aceptado colaborar. Aportar dinero a fondo perdido en una causa perdida como es el arte, cuando lo promueven jóvenes con más ilusión que realismo. Eso es ser muy generoso. Esa generosidad es ya en sí misma singular e irrepetible. Y más en alguien que supo ser realista en el difícil mundo de la empresa.
Por supuesto, había algo más, de lo que nos fuimos enterando luego. Isidoro no solo apoyaba proyectos ajenos, también tenía su propio proyecto literario. Además de sus minuciosos artículos de prensa.
Primero nos alegramos de que ganara el premio Gemma de Teatro en 1997 con dos obras, LA VENTANILLA DE LA FELICIDAD y EL SOMBRERO DE CRISTAL. En 2001 sacó a la luz sus poemas ilustrados, que tituló POESÍA E IMAGEN, donde encontramos ecos muy sentidos, de poetas como Jorge Manrique, pero también versos propios dignos de recordación: «Quien vive de recuerdos solamente, / acaso será porque el presente / no ha logrado». O, en otro momento: «desnudo ante la vida / sin harapos ni vestido que ponerme, / me veo más libre mientras pienso».
Por esos años, dedicó un homenaje a su padre, Isidoro Ballesteros Moreno, fundador de aquel Oeste, en su centenario. Fue en 2002. Una deliciosa rareza: ESPAÑA EN VERSO, que reúne, provincia a provincia, los pueblos más significativos de cada una, colocados de tal forma que constituyen versos con rima, para resultar más fácilmente memorables. Un trabajo que no era de él, sino de su padre, pero que él tuvo el acierto de sacar a la luz, con el mismo cuidado que ponía en todas su publicaciones.
Sus poemas volvieron a ser protagonistas en una recopilación que preparó como regalo de bodas de su hija Míriam en 2006. Finalmente, en 2013 publicó el que es su testamento vital y literario: ENUNCIADOS Y PENSAMIENTOS. Un libro que reúne aforismos, reflexiones y poemas, clasificados en capítulos temáticos, como a él le gustaba dejar las cosas, bien ordenadas. Pensamientos que aúnan sensatez y hondura en muchos casos. He aquí un ejemplo: «Hay quien cree que la originalidad es buscar cosas nuevas. Lo original, como su nombre indica, no puede perder de vista su origen. La originalidad consiste en adaptar y mejorar lo que ya se inició en su día; como la naturaleza, que siempre es original porque siempre está evolucionando».
No acabaríamos, si tuviéramos que destacar todo lo que merece la pena de este último libro. Pero me atrevo a seleccionar otra cita: «El que pierde la paciencia, pierde también parte de credibilidad del resto de sus cualidades». Imagino que Isidoro, como humano que era, perdió alguna vez la paciencia. No daba esa impresión, sin embargo. Todos los que le conocieron tienen la únanime sensación de que era un hombre bueno, en el sentido más machadiano de la palabra. Un hombre discreto, no hasta la disolución, porque disolverse es imposible, pero sí hasta el sigilo de no parecer que estaba cuando estaba tanto. Ahora que nos falta, lo entendemos. Como el Albacete nuestro y ya perdido, que tan bien encarnaba.

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Estos artículos se han publicado los domingos en la página 2 del diario La Tribuna de Albacete