miércoles, 5 de abril de 2017

Publico un artículo de recuerdo a Carmina Useros


Carmina Useros

El pasado 23 de marzo murió Carmina Useros Cortés (1928-2017). Yo la admiraba por muchas cosas. Aunque la conocí cuando era ya mayor, conservaba una elegancia natural irrepetible. Recuerdo haberla visto surcar la acera de enfrente de la calle Ancha con su melena canosa desplegada al viento y con toda su altura ligeramente inclinada hacia adelante, en una imagen de determinación tan poderosa que de inmediato la asocié con el mago Gandalf de El señor de los anillos. Y algo de maga tenía, como lo tienen todos los buenos cocineros. Pero su fuerza no residía tanto en la inmediatez como en la constancia. Con su marido, el oftalmólogo Manolo Belmonte, fallecido por desgracia demasiado pronto, asumieron en los años sesenta la costumbre de subirse al coche y salir de viaje cada fin de semana a una provincia distinta para visitar a los alfareros del lugar y comprar algunas piezas que descargaban los domingos a última hora, marcadas con un esparadrapo en donde figuraban los datos de su origen y adquisición. De este modo paciente y tenaz fueron conformando la colección que constituiría el Museo de Cerámica Nacional de Chinchilla. Con la misma dedicación fue anotando las recetas de las cocineras más valoradas de los pueblos albaceteños, en un tiempo en que la gastronomía era cosa de mujeres y por lo tanto muy poco glamurosa. Así reunió su libro de la cocina albaceteña. Así lo hacía todo, por lo menos aparentemente: se fijaba una meta y no paraba hasta alcanzarla. Homenajeaba al Quijote en lecturas del libro cervantino bien aderezadas y recompensadas con su saber culinario. Promovía veladas literarias, exposiciones, enseñaba a leer en el Cotolengo, organizaba lecturas de teatro. Y, con ser mucho todo esto, aún fue más lejos y movilizó a profesionales y amigos de la burguesía albaceteña de los años 70 para devolver al mapa un barrio de cuevas de Chinchilla. Las cuevas que quedaban al lado norte de la muralla, probablemente cerca de lo que había sido un portillo para entrar y salir, un agujero. Las chimeneas no tiraban bien y al encenderlas se llenaba todo de humo y hollín, pero descubrieron que alargándolas se solucionaba el problema. Hoy, las Cuevas del Agujero, bien albeadas y con sus misteriosas chimeneas cónicas, son el lugar más fotografiado de Chinchilla y tal vez de toda la provincia de Albacete. El año pasado, por estas fechas, Carmina Useros fue una de las espectadoras del ciclo de poetas Poesía Viva. Se sentaba en los primeros lugares y permanecía tan concentrada y tan atenta que nos sentíamos exigidos para dar lo mejor de nosotros mismos. ¿Cómo íbamos a pensar que una mujer así iba a ponerse mala? Casi ni nos enteramos de su enfermedad, que sobrellevó con una discreción franciscana, porque tal vez quería que la recordásemos fuerte, alta y creadora. Alguien que hizo todo esto, alguien que cambió un barrio entero y lo puso ante las cámaras, que construyó un museo único, que rescató por primera vez la cocina albaceteña, debería estar en letras de molde si las cosas fueran como deberían ser. Está en muchos de nuestros corazones, que no es poco. 

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Estos artículos se han publicado los domingos en la página 2 del diario La Tribuna de Albacete