domingo, 7 de junio de 2020

Ruido


«El medio es el mensaje», dejó escrito el maestro Marshall McLuhan. En una palabra, digas lo que digas, la manera de decirlo influye. Llevado a nuestra actualidad doméstica, el ruido, para la oposición, es el mensaje. En realidad no hay mensaje, porque, de haber alguno, el ruido impediría que lo oyéramos. No hablo solo de las caceroladas y los pitidos de coches manifestantes. Hablo de los exabruptos, los gritos y los insultos personales en las Cortes y en el Senado. Hablo de ese rascar en busca de excusas para nuevos eslóganes que permitan pedir la dimisión de quien sea. Con el principal inventor de noticias falsas, Villarejo, en la cárcel, las historias que van saliendo son cortitas. Aún así, se saca punta a unas frases inocentes, robadas de forma miserable a la ministra Montero, retorciéndolas para que encajen en una teoría desquiciada. Y se defiende al urdidor del informe, un alto cargo de la guardia civil, como si fuera un superhéroe de película. Incluso, alguien del PP insinúa que su obligación era desobedecer, como si desconociera que ese es el principio de un golpe de Estado. Así, sin cabeza, armar ruido y que lo avente la jauría mediática. No en vano esta estrategia le funcionó a Aznar con Felipe González y le volvió a funcionar a Rajoy con Zapatero, por lo que no es extraño que sus sucesores reincidan. El gran perjudicado de todo este alboroto es el pueblo español. Sí, el representado por esa bandera que ondea por doquier y que parece un arma más de la batalla. Porque la oposición tiene un papel ingrato pero imprescindible en el juego democrático. Si gobernar es resolver problemas, el gobierno necesita el contrapeso de una oposición que los vea desde otra perspectiva y ayude arrimando el hombro cuando toca y disintiendo cuando no. Pero a nuestra oposición hace tiempo que dejaron de interesarle los problemas de España. Solo le interesa gritar, agitar el árbol y cabrear mucho a la gente a ver si el poder les cae en las manos. Y a los que gobiernan solo les queda ponerse las anteojeras y decir con el Quijote: «ladran, luego cabalgamos, Sancho».

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Estos artículos se han publicado los domingos en la página 2 del diario La Tribuna de Albacete