domingo, 4 de febrero de 2024

Un belén franciscano

 


Por los pelos llegué a tiempo de ver el belén de Chinchilla 2023.

Lo abren en Nochebuena y lo recogen en San Antón. Visitarlo es otro de los hitos anuales que me ayudan a orientarme en el espacio y en el tiempo. Me sorprendió que Nazaret, la ciudad donde el Ángel anunció a María, apareciese nevada. El presidente de los belenistas, Juan Felipe, me aclaró que habían puesto nieve para recordar que, justo hace 800, años san Francisco de Asís inventó el belén, un belén viviente. Fue en Greccio, a dos horas de Roma. Aunque está lejísimos de los Alpes, la nieve italiana de esas montañas ha sido el nexo con el belén chinchillano. Una nieve simbólica, porque en un belén todo son símbolos. Para empezar, ahí estaban las Cuevas del Agujero, junto a una Nazaret de casas alpinas. Este año María ha visitado a su prima Isabel en el chinchillano patio de la Notaría, ligeramente retocado. Representaba la ciudad de Ain Karim, donde conversaron las dos mujeres embarazadas. El manantial que daba nombre a la localidad (manantial del Viñedo) en nuestro belén era catarata. Y coronando las vistas, ha estado el castillo de Villena, el primero que reprodujeron a escala los belenistas en 1992. Porque el belén de Chinchilla lleva haciéndose desde 1984. Y, desde 1990, en la ermita de Santo Domingo, a la que lo trasladaron porque estaban restaurando la cúpula del altar de Santa María del Salvador. Seguí a mi guía que no paraba de relatar anécdotas y detalles técnicos, y, cuando llegamos a la ciudad de Belén del belén, Juan Felipe me mostró el portalico, compuesto con figuras de la escultora sabadellense Montse Ribes. Allí, arrodillado con los personajes habituales, estaba san Francisco, que se había ganado el derecho porque era el año de su homenaje. Más allá de la ciudad de Belén, orientalizada como impuso Alemania en el siglo XIX, encontramos el cuarto escenario de ese pequeño planeta comprimido que es todo belén, el desierto. Junto a las arenas, corría el Nilo. Fue entonces cuando se le acercó a Juan Felipe una niña, que le preguntó si había algún caganet. “Hay dos”, le contestó Juan sonriendo. Y le explicó dónde localizar uno de ellos. Como en la realidad, al final la cagada es lo que importa.

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Estos artículos se han publicado los domingos en la página 2 del diario La Tribuna de Albacete