Hace poco estuve explicándole el castillo de Chinchilla a Mapy Orozco.
Vino al pueblo a recoger los restos de su bisabuelo José Sahuquillo. Lo asesinaron en 1939 junto a otros dos paisanos de Madrigueras, sin juicio y sin más motivo que pensar de otra manera. Son los más recientes de los más de mil desaparecidos que ha rastreado, recuperado y analizado con su equipo el arqueólogo forense Ángel Fuentes. Estaban detrás del cementerio, con el ADN borrado, “reventados por tiros de gracia y con el agujero de salida”. Antes de recoger a su bisabuelo para darle un entierro digno, Mapy quería saber dónde pasó sus últimas semanas. Ya en el castillo, asomados al recinto desolado desde el mirador de la puerta Sur, apelé a su imaginación. Los arqueólogos limpiaron en 2010 todo el patio hasta dejarlo en piedra viva como quien dice. Dejaron al aire los aljibes y pozos muy profundos, lo que hace peligrosísimo el acceso libre: algún despistado podría ser literalmente tragado por la tierra. A la derecha, esos cimientos de planta cuadrada son los restos de la torre del homenaje. Desde sus 30 metros la vista viajaba más lejos todavía que ahora, que no es poco. La volaron los franceses en 1814. ¿Y el Penal? También se distinguen sus cimientos rojizos, porque era de ladrillo. Era el único rastro que podía mostrarle a Mapy del edificio de seis plantas, embutido entre los muros, donde estuvo preso su bisabuelo (también mi abuelo Antonio, por cierto, y tantos y tantos otros). Y no solo republicanos: el alcalde Manuel Carcelén evitó que lincharan a simpatizantes del golpe militar, apresados en uno de los rebotes de la guerra. El Penal se derruyó en 1973 hasta los cimientos. Ahora no quedan más que las murallas con escudo que levantó el Marqués de Villena, enemigo de los Reyes Católicos. Chinchilla sufrió por cierto su lucha encarnizada. También estuvo preso César Borgia y hasta el imaginario Pascual Duarte de Cela. Pasma que no haya manera de reedificar toda esta historia para que no haya que estar recurriendo siempre a la imaginación y a la ambientación que aporta el árido viento.
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