Un aspecto de la reciente exposición antológica de Julián Jaén en el Museo Municipal |
¡Ay el tiempo! Ya todo se comprende, escribió Gil de Biedma.
Llevaba razón, pero
no literalmente. Digamos que, más que comprender, se acepta. Eloy Sánchez
Rosillo dice que por dentro uno se ve siempre igual, en todas las edades. Hasta
que se mira al espejo. Entonces se acepta, porque no le queda otra. Yo siempre le
preguntaba a Paco Brines ¿cómo estás? y siempre me respondía: estoy mayor, pero
no estoy decrépito. Me acordé cuando los reyes fueron a llevarle el Cervantes a
su casa y estaba tan decrépito que no parecía ni él. “Algún día habrá de ser”, había
escrito. Otro poeta, Ángel González, en su último verano, me dijo que se sentía
como si se estuviera desligando de todo. Lo mirabas a los ojos y lo veías irse
al fondo de sus gruesas gafas. Al final todo se comprende, pero solo lo ves en
los espejos, que no son siempre de azogue. Yo me he mirado últimamente en las
pinturas de Julián Jaén y de Antonio Beneyto, que han tenido exposiciones
póstumas en Albacete. Con ambos había coincidido en las tertulias inaugurales
de la revista Barcarola, en los primeros 80. Algunos éramos muy jóvenes.
Acudíamos a la cafetería para codearnos con artistas verdaderos. Uno se acerca
siempre al personaje antes que al talento. De Jaén no me interesaban sus
cuadros de abstracción geométrica, la etapa en la que estaba. Ahora en el Museo
Municipal he visto que cultivó hasta siete vertientes más y me han gustado casi
todas, algunas mucho. A Beneyto lo visité en su estudio de la calle Codols en
Barcelona. Era polifacético: escribía, pintaba, creaba objetos... De todo han
expuesto muestras en la sala Nueva 3 (donde antes estuvo El nido del
arte). Además (otro espejo) se ha presentado un libro sobre el Nuevo
Mester de Juglaría, el grupo de folclore segoviano donde milita la albaceteña
Llanos Monreal. Tras 25 discos grabados y ser número uno con Los
comuneros, solo acuden a la presentación los que empezaron en su misma
pandilla, que eran progres entonces. Al reencontrarse retoman sin darse cuenta la
antigua gestualidad rebelde, como si el tiempo no los hubiera cambiado. ¡Ay el
tiempo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario