La prensa con corazón

Cuando mi amigo Juanjo pintó su casa, dispuso alrededor de las paredes una alfombra de periódicos viejos para no manchar el suelo.

Me acerqué para ayudarle, pero no fui de mucha utilidad. Los reportajes de los diarios atrasados me distraían continuamente. No las noticias, que caducan rápido, sino esos reportajes atemporales que cumplen la función de rellenar páginas (y lo sé porque en mis inicios me tocó seleccionar a peso los reportajes directamente sacados de una agencia o de algún colaborador voluntarioso). No se localizan al principio ni al final, espacios reservados para la actualidad más candente, tampoco cerca de las páginas de Opinión, la sala de máquinas donde el diario bombea su ideología. Son eclipsados por los Deportes, que todo el mundo ojea, y por ese cajón de sastre, Sociedad y o Vida Social, que los primeros teóricos llamaron “de interés humano”. En definitiva, esos reportajes yacen ocultos entre la hojarasca, del mismo modo que nuestro corazón palpita oculto en la jaula de las costillas. Pero eso no es lo peor. Lo peor es que los periódicos de papel han ido convirtiéndose en especímenes raros, cercados por la avalancha de lo digital. Una noticia se pone vieja a los cinco minutos, que es lo que tardamos en volver a mirar el móvil con la expectativa de que Trump habrá vuelto a pulsar la endiablada tuerca de su mando presidencial. Los reportajes de relleno desaparecen porque no caben y porque no hay que rellenar nada. Al contrario. Todo cabe en un titular con cebo y una foto, que ni siquiera son noticia pero que amenazan con serlo y te sumergen en un laberinto de promesas insatisfechas que no te informan de cómo está el mundo, pero acrecientan tu fanatismo, ya sea hacia una bandera o hacia un equipo de fútbol. Y no obstante, el domingo pasado en este mismo periódico, el reportaje de Elvira Valero sobre el escudo de la casa de la marquesa de la mano cortada y el de Sagrario Ortega sobre la profesión de detective privado me devolvieron a la habitación pintada de Juanjo y me reconciliaron con la vieja prensa, la que todavía tiene corazón.