domingo, 25 de mayo de 2025

Con Rubí, sin paraguas

 

Foto: Instituto de Estudios Albacetenses

La llamé una mañana de 2013.

Una vecina de Pozo de la Peña había denunciado que un terreno de labor con elementos del periodo musulmán corría el riesgo de ser borrado por una urbanización. Contacté con Rubí Sanz y también con Aurelio Pretel. Había que verificar el valor histórico de aquel labrantío. Esa misma tarde se presentaron los dos, tan presurosos que tuve que aplazar un par de reuniones para acompañarlos. Llovía a mares. Los tres nos sumergimos en el barro hasta las pantorrillas. Con el ceño fruncido, examinaron el bancal, se asomaron al pozo, acariciaron el pretil. Necesitaban confirmar sus impresiones. Empapado con ellos en la tarde gris, me sentía el personaje de una novela de Agatha Christie. Al final aseguraron que convenía preservar aquella serna superviviente de una época remota. Mi relación con Rubí fue siempre así, apresurada e intensa. Cuando le comenté que nos interesaba crear un centro de interpretación del castillo, vino otra vez a Chinchilla y juntos pateamos el laberinto de calles en busca del lugar más apropiado para desplegar las piezas que el museo estaba dispuesto a confiarnos. “Aquí”, sentenció, cuando entramos en el antiguo pósito, hoy oficina de turismo. En pocas semanas me envió un esquema de cómo disponer las piezas. Otra vez se me ocurrió comentarle que iba a llevar a mi familia al Museo Arqueológico Nacional, del que había sido directora. Insistió en que nos guiara una amiga y excolaboradora suya que nos trató como si fuera su prolongación, con una inflexible cordialidad. Tuvimos el privilegio de disfrutar de algunas piezas conservadas en el depósito. Recuerdo que le probó una diadema romana a mi hija, y que viví aquella escena entre el temor de que alguna cuenta se desprendiese y se rompiera, y el vértigo aún mayor de que la diadema transmitiese algún tipo de encantamiento aletargado durante dos milenios. La última vez que saludé a Rubí, sonreía coqueta bajo el sombrero. Por mucho que digan, sé que no se ha ido, que aún nos seguimos mojando con Aurelio, una y otra vez, bajo aquel chaparrón interminable en Pozo de la Peña.

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Estos artículos se han publicado los domingos en la página 2 del diario La Tribuna de Albacete