domingo, 26 de octubre de 2025

Cine en sala

 

Hemos recuperado la costumbre de ver el cine en sala. Quiero decir mi mujer y yo.

Rompemos de este modo, una vez más, las estadísticas. Según la SGAE, no nos corresponde más que entrada y media al año. La estimación es de 2024 y los de nuestra edad aún tocamos a menos. Pero se ve más cine que nunca. Hay un 15% que lo ven todos los días, y un 60% que al menos una vez por semana, todos ellos en el sofá de sus casas y con las pantuflas puestas, lo que hubiera sacado de sus casillas al legendario crítico José Antonio Tendero, que se murió renegando porque había que irse al cine al extrarradio, con la fiambrera, como quien va de excursión. Ahora ni eso. Han cerrado los Yelmo de Vialia que mantuvieron una larga y gratificante rivalidad de décadas con sus hermanos de Imaginalia. Se nos están muriendo a chorro los viejos ídolos, como Robert Redford y Diane Keaton. Aunque es cierto que los fantasmas del cine brillan más y dicen menos tonterías que los actores vivos. Como algunas emociones se revelan tarde, me he dado cuenta de que estuve enamorado de la Keaton, sin reconocérmelo a mí mismo, por lo que vivo ahora un duelo extraño que alivio yendo al cine. Es verdad que una sola sesión cuesta lo mismo o más que un mes de suscripción en cualquier plataforma, pero el rito es el rito. Frente al televisor no he logrado nunca disolverme en la historia que me cuenta la película, como me pasaba de niño en los dominicales vespertinos de Salesianos, ni sufro el terror que viví en los ciclos universitarios en Cerdanyola. Luego está la larga historia compartida de ver la misma película que tu pareja, al lado suyo, y al salir comentarla, y a veces vituperarla. Hemos vuelto a ver el cine en sala porque cada sesión renueva nuestra educación sentimental. Eso sí, rehuimos las alfombras rojas y las barahúndas, por un prurito casi genético, una alergia al glamur, que con los años va perdiendo credibilidad como se degradan las fotos viejas. Porque al final, el cine en sala, aunque haya voces, risas y algún móvil resonando, es una ceremonia íntima, a caballo entre los sueños y el mundo real.

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Estos artículos se han publicado los domingos en la página 2 del diario La Tribuna de Albacete