domingo, 16 de noviembre de 2025

Náufragos

Un momento de la lectura de Jorge Pérez Cebrián en la edición de este año

Los Náufragos de Cuenca han celebrado la edición número 13 de su homenaje a la poesía (ellos prefieren llamarla “doce más uno”, por si acaso).

Ha ido ganando envergadura este evento que comenzó por puro arrojo desde la generosidad de organizadores y participantes, con el piso patera de Rafa Escobar ofreciendo refugio a los invitados. No es que ahora trabajen con pólvora del rey ni que puedan tirar la casa por la ventana. Aún hay quien llega y se sorprende de la modestia de los medios, como si en la poesía estuviéramos acostumbrados a algo más que a compartir abrazos y versos.  Si los Náufragos han seguido creciendo es porque ofrecen abrazos y acogen con calor los versos de todo el que llega. Y los poetas no pedimos más. Algunos repiten cada año, aunque sea como espectadores, porque los poetas somos tan agradecidos que, si nos tratan bien, volvemos en romería. Por eso hacen estación en Náufragos amigos de Ciudad Real, como Alfredo Jiménez, Teo Serna o Paco Caro. Por eso me acerqué también el otro día a compartir con ellos y con los organizadores José Ángel García, Paco Mora, Teresa Pacheco, María Alcocer, Miguel Mula, Rafa Escobar y Ángel Luis Luján. Vivimos en una comunidad deslavazada, la que más desatiende a sus creadores. Nosotros mismos, contagiados de esa desidia, nos movemos cada cual a lo suyo, como ruedan las salsolas en la llanura, casi de espaldas unos a otros. Se mira más a Madrid que a los vecinos. Allí, en la capital, fue donde los conquenses forjaron su Academia de Letras y Artes, en reuniones que empezaron en los años 70 en la madrileña casa de Cuenca. Luego, Carlos de la Rica obtuvo del monarca la consideración Real y, tras lucha lenta pero tenaz consiguieron tener una sede en su Cuenca. Es ahí, en la RACAL, donde los Náufragos celebran la mayoría de los actos, en el segundo piso de un edificio que tendrá cien años, junto a una iglesia, en un recodo frente al puente que cruza el Júcar. A lo mejor son Náufragos porque tiran cada año a los remolinos una botella con versos. Contra todo pronóstico, cada vez la recoge más gente.



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Estos artículos se han publicado los domingos en la página 2 del diario La Tribuna de Albacete