El belén de Chinchilla lleva cuarenta años asomando por estas fechas.
Lo
hace bajo el artesonado mudéjar de la ermita de Santo Domingo, que es una joya en
la que nadie repara porque la atención se centra en la luz del belén y olvida levantar
la vista al techo. Tampoco es de extrañar porque desde el cuadrilátero mágico
hay infinitos detalles reclamándote. Lo has de recorrer despacio, en el sentido
de las agujas del reloj. Tengo la fortuna de que vivo en Chinchilla y de que el
belén me pilla de camino hacia la sierra, a cuyos senderos salimos a perdernos
cada día. Y también de que el belenista Juan Felipe goza contándome los
secretos que subyacen bajo la réplica de Nazaret, este año una ciudad romana
con circo y todo. De hecho, yo diría que es Ben Hur la figura que toma la curva
con su cuadriga. El castillo alicantino de Biar domina el panorama y, cada vez
que mengua la luz para figurar que cae la noche, se ve la luna llena. Con la
misma pasión de siempre, Juan me explica que la estructura de montañas y dunas
está montada con poliespán. Al terminar la cortan en trozos y así reciclan casi
el 90% para futuras ediciones. Estos materiales y técnicas modernas contrastan
con las plomizas estructuras de yeso y ladrillo de los primeros años, que
acababan convirtiéndose en antipáticas espuertas de escombro. Me encarece Juan
las figuras del nacimiento, que llevan la firma garantizada de Montse Ribes,
casi más escultora que belenista. Este año se cobijan bajo unas ruinas que
juraría haber visto antes en algún sitio. ¿Pero de donde sacáis las ideas? Juan
me asegura que los belenistas chinchillanos, casi veinte, trabajan mediante
tormentas de ideas. Dice que, a partir de una estructura convenida por todos,
el paisaje se va enriqueciendo como si de una Fuenteovejuna se tratase. Este
año lo han inaugurado antes, el sábado anterior a Nochebuena, y así lo seguirán
haciendo en años próximos, aunque la tradición hubiera aconsejado abrir el
belén en la misma Nochebuena. Aclara Juan que ya ni la misa del gallo se canta
a las doce. Los tiempos cambian sin descanso.

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