Conversación con una persona, a la que quiero mucho, sobre el incombustible asunto catalán. Me dice:
―Cuando hablas de
catalanes, ¿te refieres a todos, absolutamente todos los catalanes? Debes de
conocer a muchos para haber sacado esa conclusión general.
―No conozco a
ninguno.
―¿Entonces, cómo
sabes que son egoístas e interesados?
―Porque lo dice
todo el mundo.
―Y todo el mundo,
que nunca es todo el mundo, ¿no dice a veces cosas que no son verdad?
―Ya, pero esto es
verdad.
―¿Cómo lo sabes,
si no conoces a ningún catalán?
Podría continuar,
pero la conversación forma un bucle. Si
cambiamos catalanes por judíos, el año 2017 por 1940, y Rajoy por Hitler,
estamos en la misma historia. Alguien se inventa un cuento y lo cuenta sin
parar. A la gente le gustan los cuentos y los interioriza. Eso significa odiar
al malo, al que todo el mundo considera que es el malo, que es el lobo. El odio
inducido conduce a acciones masivas como el holocausto. De momento solo son
banderas mostrando que el cuento toma espesor. Pero el cuento acaba siempre muy
mal para el lobo, y también para los que han preferido creerse el cuento en vez
de pensar por sí mismos.
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