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Junto al pozo del Claustro de Santo Domingo |
El canal de televisión regional ha celebrado una especie de
concurso para dilucidar cuál es el pueblo más bonito de Castilla-La Mancha. El
concurso tiene mucho de subjetivo ya que quienes deciden no son expertos, sino
los propios televidentes votando en Facebook y otras vías, incluida la
telefónica...
Se trata, por tanto, de una encuesta de popularidad disfrazada de democracia. Encima es un concurso que requiere perseverancia: hay que votar todas las semanas durante más de un mes. Y cada semana acumula los votos de las anteriores. Por lo visto (yo no veo televisión) cada jueves se celebraba una especie de exposición de méritos, en donde han ido apareciendo algunos de los perfiles y de los vecinos más característicos de cada municipio en juego.
Se trata, por tanto, de una encuesta de popularidad disfrazada de democracia. Encima es un concurso que requiere perseverancia: hay que votar todas las semanas durante más de un mes. Y cada semana acumula los votos de las anteriores. Por lo visto (yo no veo televisión) cada jueves se celebraba una especie de exposición de méritos, en donde han ido apareciendo algunos de los perfiles y de los vecinos más característicos de cada municipio en juego.
Chinchilla, que participaba, ha quedado al final cuarta
entre un total de diez. La ganadora ha sido la también albaceteña Liétor. El
flamante municipio más bonito de Castilla-La Mancha cuenta con 1200 habitantes.
Chinchilla supera los 4100 nominales, aunque probablemente alcanzaría los 5000,
si muchos de sus vecinos no prefiriesen estar empadronados en la capital,
Albacete, situada a 13 kilómetros.
He escuchado a algunos de mis frustrados convecinos criticar
el carácter de los chinchillanos (sin eludir incluirse ellos mismos) que, siendo más, se
han desinteresado por una campaña que podía relanzar el nombre de la ciudad. Dicen
que algunos, abiertamente, han manifestado que preferían no votar para no
seguir beneficiando a ciertos establecimientos de restauración que les resultan
antipáticos. Cuentan que, en la gala final, el local de Liétor estaba rebosante
de gente enfervorizada mientras que en Chinchilla acudieron al auditorio
municipal siete personas.
Después de todo, puede que este, el de la oquedad, el del
vacío, sea el gran atractivo de Chinchilla. En esto no nos gana nadie. Hay
pruebas. El domingo pasado estuve enseñando una vez más algunos de sus recintos
a personas que habían mostrado interés por conocerlos. Abrimos y explicamos el
castillo, que está siempre cerrado. Enseñamos el claustro del siglo XIII y las
salas museísticas del doctor Daudén y de la indumentaria chinchillana, tras
abrirlos claro, porque también estaban cerrados. Dimos una vuelta por el estimulante
exterior de las cerradas cuevas del Agujero. No alargamos más la visita porque
también están cerrados el edificio renacentista de Las Tercias y las ermitas de
San Julián, Santa Ana, Santo Domingo y San Antón. El antiguo pósito municipal
está en obras, parece que para convertirse finalmente en un centro de
interpretación del castillo. También pasamos por la puerta del Museo de
Cerámica Nacional, que solo puede abrir por encargo porque no recibe ayudas. En
la iglesia de Santa María del Salvador, un rico crisol de estilos
arquitectónicos, había misa, por lo que tampoco visitamos el Museo Parroquial. Ni siquiera intentamos visitar el propio ayuntamiento, cuya parte occidental es rococó. En
lugar de eso, nos fuimos a echar una cerveza en la plaza. A cien metros están
los baños árabes, también del siglo XIII, reconvertidos en cocheras y cerrados
a cal y canto. No tuvimos la suerte de cruzarnos con ninguna otra visita guiada. Y, por supuesto, no existe ningún hotel, aunque hay un par de casas
rurales. Y palacios del siglo XVII y XIX cerrados y patios también cerrados. Eso es todo.
Mi enhorabuena a Liétor.
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