Los profesores somos para nuestros alumnos a menudo ogros, a veces sabios y
en no pocas ocasiones pillos. Creemos que por ser menores no se enteran, pero
los que no nos enteramos somos nosotros.
Cinco escritores fueron antes niños y
estudiaron en el mismo instituto donde ahora doy clase. Y luego contaron en sus
memorias las sensaciones que recordaban.
En algunos casos siguen siendo los niños quienes hablan a través de los adultos en los que se han convertido.
En algunos casos siguen siendo los niños quienes hablan a través de los adultos en los que se han convertido.
Lo
que he hecho ha sido recoger esos testimonios, relacionarlos y componer con
ellos un artículo que ha salido publicado en el catálogo de la exposición Los instrumentos del saber.
¿Quiénes
eran esos niños? Alberto Mateos y Sotos (que fue topo en la posguerra y
best-seller después), Antonio Martínez Sarrión (el novísimo decadente y senior de los poetas de Castellet),
Ramón Bello Bañón (alcalde, gobernador civil, abogado y poeta), Manuel Moral
(filólogo alemán y periodista laureado en Radio Baviera) y Juan Bravo Castillo
(especialista en Stendhal y fundador y director de la revista Barcarola).
El
título del artículo no podía ser otro: Ogros,
sabios y pillos. Si les hubiera dado clase, no me hubiera librado de su contundencia,
en algunos casos despiadada.
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