Ha sido un lujo compartir el estrado de la
Universidad de Castilla-La Mancha con un maestro veterano de la poesía y de la
radio, pero también de la humildad, como Javier Lostalé.
El hombre ha aguantado con dignidad silenciosa el chaparrón de elogios y el homenaje que le hemos rendido luego en Popular Libros. Sin descomponer ni un instante su saber estar, ni siquiera cuando lo hemos emocionado hasta la lágrima, ha vuelto a aconsejarnos que leamos a sus maestros, a Bousoño, a Valente, por supuesto a Aleixandre.
Lostalé lleva treinta años dándonos de leer en Radio Nacional y acaba de sacar un libro que se llama Cielo, seguramente porque mira a donde mira su bondad, su amorosa bondad, su amor que se va adelgazando de retórica hasta quedarse en los huesos, sin nubes transparentes ni tormentas que puedan ocultarlo.
El hombre ha aguantado con dignidad silenciosa el chaparrón de elogios y el homenaje que le hemos rendido luego en Popular Libros. Sin descomponer ni un instante su saber estar, ni siquiera cuando lo hemos emocionado hasta la lágrima, ha vuelto a aconsejarnos que leamos a sus maestros, a Bousoño, a Valente, por supuesto a Aleixandre.
Lostalé lleva treinta años dándonos de leer en Radio Nacional y acaba de sacar un libro que se llama Cielo, seguramente porque mira a donde mira su bondad, su amorosa bondad, su amor que se va adelgazando de retórica hasta quedarse en los huesos, sin nubes transparentes ni tormentas que puedan ocultarlo.
Cerca andaba también Juan
Carlos Abril, el otro ponente, el otro poeta de la tarde. Era la penúltima mesa
del ciclo que han organizado en torno al lenguaje entre Andrés García Cerdán y
Paco Linares. Le han puesto por título Cratilo,
que es uno de los libros de Platón que tradujo, entre otros muchos, aquel genio
alcaraceño del siglo XVI que fue Pedro Simón Abril.
Simón Abril fue muchas cosas, pero fue
sobre todo un pedagogo avanzado a su tiempo. Su gran aportación fue que había
que enseñar las cosas en la lengua que hablaban los alumnos, no en el latín ni
en otras raras. Estamos hablando de entre 1561 y 1571. Seguramente por eso,
Alcaraz vivió una edad de oro que ya no se ha repetido, con filósofos como los
Sabuco y con arquitectos como Andrés de Vandelvira.
Quinientos años más tarde,
los sesudos autores de nuestro sistema educativo le siguen llevando la
contraria obligando a nuestros alumnos a que estudien las ciencias y las
humanidades, incluso las artes y la Educación Física, en una lengua extraña, la del
imperio, el inglés, considerando que así matan dos pájaros de un tiro. Simón Abril ya descubrió, demostró y dejó escrito, para quien sepa leer, que así se matan dos tiros de un pájaro.
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