sábado, 29 de febrero de 2020

El doctor Daudén III

Hay en el mirador del Mortirolo de Chinchilla una torre cuadrada de piedra. Es el monumento ibérico de Pozo Moro.
En realidad es una réplica que labró Paco Carrión con sus alumnos de cantería. La original ocupa un patio muy visitado del Museo Arqueológico Nacional. Pero antes estuvo en un bancal de la aldea de Pozo Moro. Los labradores se toparon con unas piedras con inscripciones y acudieron al patrón, a ver qué hacían. Tal vez otro les hubiera dicho que las apartaran y siguieran. Sin embargo aquel hombre tenía inquietudes y comprendió el valor del hallazgo. Se preocupó de contactar con los mejores especialistas. El que dirigió las excavaciones en 1971 y 1973 decidió echarlo todo a un camión y llevárselo a Madrid para tenerlo más cerca. Del hombre que le avisó apenas queda una placa y también una película en blanco y negro que rodó él mismo, en la que aparecen sus hijos con trenca y calcetines paseando entre las zanjas con una curiosidad adolescente. Publicó la película y sus propias indagaciones. Aquel hombre era médico, especialista en dermatología, pero su curiosidad abarcaba lo que puede abarcar el hombre. Coleccionaba piezas arqueológicas y a la vez pintaba con éxito. Realizó estudios que vinculaban sus campos de conocimiento, por ejemplo un ensayo sobre la piel de la Gioconda. El saber le venía de familia. Su padre, Francisco Daudén había fundado una clínica dermatológica y fue declarado hijo adoptivo de Chinchilla, un honor que quiso compartir con el abuelo, también doctor, Carlos Daudén Baudén. El nieto, el que salvó para nosotros Pozo Moro, se llamaba Carlos Daudén Sala. El pasado dos de noviembre murió en Madrid, después de trece años inmovilizado por un ictus. Antes de morir legó a Chinchilla el instrumental médico de la familia, que puede visitarse en una sala del Claustro de Santo Domingo. Cuando veo la réplica de la torre en el mirador del Mortirolo, me acuerdo de él y de Mabel, su esposa, más que del reyezuelo ibérico al que enterraron en ella. He olvidado a los que se la llevaron a Madrid para siempre.

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Estos artículos se han publicado los domingos en la página 2 del diario La Tribuna de Albacete