Cuando yo era pequeño, todos los años por estas fechas, venía algún compañero al colegio chupando un palo con tanta fruición que le desmochaba las hebras y le terminaba sacando punta como si fuera un lapicero gordo.
A pesar de que Albacete era un pueblo todavía, yo era un niño tan urbanícola que pensaba que aquel trozo de madera era algún tipo de droga. Sin embargo olía muy bien. Experimenté, en aquellos años remotos, por un lado, curiosidad, por otro envidia, y al mismo tiempo aprehensión hacia tan sustancioso elemento. El nombre acrecentaba el atractivo: paliduz, decían unos, paloduz, otros. De hecho, esa vocal bailona de la sílaba intermedia dotaba al puro de madera de una fascinante propiedad para mutar. Luego olvidé durante décadas aquellas chullas que tanto deleitaban a mis compañeros de colegio. Pero el otro día me comentó Fina Ortega que este año los miércoles de Chinchilla van a rendirle homenaje al paliduz. Una pareja de los muñecos, que llevan el nombre de miércoles porque salen a la calle el Miércoles de Ceniza, estará chupando sus puritos de la deliciosa raíz. Puede que les acompañe una mata de regaliz, como llaman a la planta en Levante y en la mayoría de los sitios, aunque lo cierto es que tiene tantos nombres como lugares existen. Dice Fina que tuvieron que ir a buscarla a los parajes donde más abunda en los alrededores de Chinchilla, los mismos donde iban a recogerla cuando era una tradición que la royeran los niños: la Dehesica, las Rozas, los Cerricos. No obstante, yo sé que hay matas aisladas y dispersas en la sierra del Consorcio. Lo sé porque las he olido, porque me encanta ese olor que me devuelve de golpe retazos de mi infancia, de aquella contradictoria sensación de rechazo y apetencia. Son vaharadas que me asaltan mientras corro, bolsas de aire mágicas que respiro y dejo atrás, sin pararme a examinarlas. Siempre me propongo hacerlo cuando ya estoy en casa y es demasiado tarde. El paliduz simboliza la distancia insalvable que me sigue separando de la naturaleza, más un paisaje para mí que una prolongación de mi piel.
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