Se especula sobre el modo más honroso de clausurar los aplausos
de las ocho de la tarde, como si ya todo el trabajo estuviera hecho y hubiera
que empezar a desmontar el tinglado, aunque todos sepamos que el bicho sigue
matando y los sanitarios siguen acudiendo a taponar la hemorragia como pueden,
muchas veces sin contar aún, todavía, con los medios adecuados.
Es verdad que
los aplausos empezaron siendo un homenaje a los sanitarios y enseguida se
convirtieron en una especie de misa pagana donde comulgar con la ciudadanía. A
rebufo de tan exitosa convocatoria, fueron surgiendo otras, cada vez más
confusas y alambicadas, que nos proponían aporrear pucheros o cantar juntos o cualquier
otra ocurrencia. Todas se fueron apagando tan rápido como brotaron, porque no
había modo de vivir, ni siquiera en el encierro, con tantos compromisos
horarios. Los aplausos de las ocho siguieron siendo el único momento del día en
que los confinados podíamos socializar, lanzarnos saludos de balcón a balcón,
pasar revista a nuestro vecindario, echar en falta a alguien. Con la
desescalada, al abrírsenos las puertas para dar un paseo o hacer ejercicio, esa
puntual cita cotidiana ha ido deshilachándose, como pasa con todo en la vida. Cada
vez los aplausos suenan más diluidos en el ruido de fondo de la ciudad y el
guirigay de los pájaros. Ahora lo que proliferan son las propuestas para
aplicarles un final honroso antes de dejarles que se apaguen sin dejar ni los
ecos. Sin embargo, las asociaciones de sanitarios de toda España ha reaccionado
enseguida para pedirnos que sigamos aplaudiendo, aunque sea en mitad de la
calle, allí donde nos sorprenda el momento. Piden que las ocho de la tarde siga
siendo la hora sagrada de aplaudir, pero también de reivindicar que hay que dotar
de medios y de personal a nuestros servidores públicos, y consolidar su situación
para que no pueda venir después Perico con las rebajas a desmontarlos de nuevo.¿Hasta
cuándo aplaudir? Hasta que el BOE publique la consolidación. Perdonen, son las
ocho, tengo que salir a dar palmas hasta que mis manos echen humo.
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