Regionalismo

Las cortes regionales guardan un minuto de silencio por las víctimas del Covid19 el pasado 2 de mayo

Se ha levantado la veda para hacer deporte y también para que los presidentes regionales pugnen por ganar la desescalada. El nuestro, el primero.

“Somos la comunidad que menos contagia de toda España” dijo el consejero de Sanidad a últimos de abril. Si las cifras de hace unos días mareaban (y las interpretaciones más), ahora que hay que ganar puntos, dónde está la verdad, dónde la fábula. Rasquemos. Por ejemplo, de 26 sanitarios fallecidos en España hasta el pasado viernes, 7 habían muerto en Castilla-La Mancha (Cadena SER), uno de cada cuatro. También estamos los primeros en número de fallecidos por cada 100.000 habitantes, 127 (Statista), por delante de Madrid y La Rioja, que son las otras dos que superan los 100. Y el miércoles, señor consejero, éramos la única región en la que los nuevos contagios superaban a los curados (RTVE). Son datos elocuentes que ponen a nuestra modesta comunidad a la cabeza de España y casi del mundo. Aun así, se nos menciona poco, porque las cifras absolutas de Madrid y Cataluña espeluznan y son espacios de lucha política. Pero, digo yo, que nos conviene reflexionar sobre nuestras evidencias en vez de esconderlas bajo la alfombra. Buscar causas, a ver si tienen arreglo. Puede que hayan influido los recortes de Cospedal que mermaron la sanidad pública de la región y que no ha corregido Page en cinco años. Puede que los geriátricos de fondos buitre campearan a sus anchas. Al fin y al cabo somos una comunidad frankestéin, dispersa, sin cohesión, sin sensación de pertenencia y, tal vez por eso mismo, fácil de manipular en las urnas. Bastan unos medios de comunicación muy centralizados y unos brochazos de populismo que hagan asomar al líder hasta en la sopa. Quizá a nuestros gobernantes les han importado menos los castellano-manchegos que la política nacional. A ella marcharon Bono y Cospedal. También a Page se le ve distraído en esa dirección. Quizá se instituyó la capital en Toledo, una ciudad con más pasado que presente, con más burocracia que vida, solo porque está a media hora de la capital de las Españas. Quizá.