Ya sabemos que las clases volverán en septiembre como si no
hubiera pasado nada. Llevaremos mascarilla y nos untaremos con desinfectante,
pero seremos los mismos profesores con las mismas horas y el mismo número de
alumnos por aula.
Con ligerísimas variaciones, las medidas que implantó
Cospedal con sus recortes, que según ella nos merecíamos. Page no solo no ha
cambiado nada sustancial, sino que la víspera del estado de alarma vociferó que
queríamos unas vacaciones pagadas. Después, la ministra Celaá agradeció a un programa
de televisión que el curso se hubiera mantenido vivo durante el confinamiento. Ni
mencionó a los profesores. La consejera regional de Educación, Rosa Ana Rodríguez, en una
carta insulsa, agradece el trabajo a una idílica comunidad educativa. ¿En qué mundo
viven? ¿No se han enterado de que el confinamiento nos obligó a los profesores a cambiar nuestras
programaciones de un día para otro, de que pusimos nuestros propios medios,
nuestro ordenador personal, nuestra wifi casera, al servicio de los alumnos? ¿de
que los atendimos sin horario? Aun estamos esperando el socorro de la administración. Tuvimos que usar plataformas privadas porque Papás y Delphos son inútiles.
Tuvimos que atender personalmente a cada alumno con el desvelo cómplice de
muchas familias. De golpe la ministra anunció el aprobado general y así los alumnos que no tenían
ganas de trabajar se desconectaron. Muy inteligente. Al mismo tiempo, como no se
fiaban de los profesores, nos sobrecargaron de burocracia, nos obligaron a dar cuenta de cada paso, a elaborar
un informe de cada alumno, aprobado o suspenso, a enviarlo a cada padre y a cada madre. Valga
mi ejemplo: yo he tenido 195 alumnos este curso. Y nadie pide disculpas por
menospreciarnos ni nos da sinceramente las gracias. Al contrario, nos condenan a seguir remando en galeras con mascarillas y apretujados. Por lo menos en Cataluña han reaccionado. Que inviertan los fondos con sabiduría e imaginación. No solo en medios
profilácticos. Hay que contratar personal para mejorar las ratios, hay que ajustar
esas plataformas inservibles, hay que dar directrices reales, no dejar que los equipos directivos se las apañen. Hay que volcarse en un sistema educativo que nos
garantice protección contra el virus, pero también una España más preparada,
capaz de pensar. Porque ¿dónde demonios estudió esta gente?
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