Uno de los grandes talentos de un novelista es caracterizar a cada personaje con un apelativo que lo haga inconfundible. Y en este arte, el excomisario José Villarejo es un crac.
Van aflorando sus grabaciones para deleite de sus incondicionales. Lo de llamar «El asturiano» a Rajoy, que todos pensábamos que era gallego, es un punto genial. Pero él mismo se supera cuando dice que amenazó a Cospedal con «llevarlos a la ruina a todos, al primero al barbas». Qué fino ejercicio estilístico el que nos permite reconocer de un vistazo al que estaba en ese momento sentado a la derecha del juez, más elevado que el juez, como si estuviera testificando desde la silla del barbero. Podría haberse ahorrado Villarejo expresiones como «a tomar por culo», pero la situación necesitaba de cierta contundencia característica del género policiaco. Tampoco tiene desperdicio oírle llamar «Pequeñita» a Sáenz de Santamaría. Y aunque a la Cospedal la despacha con un simple «Cospe», su marido es «Polla». Se nos escapa el porqué. Es que los secundarios, esos que se mueven en la trastienda de las televisiones, se nos desdibujan. Nos pasa también con «Oli» o «Pepelu», que contuvo él solito el caso Gürtel para que Villarejo no los metiera a todos en la cárcel. Qué genio el excomisario que se inventaba todos los dosieres que escribía, según le dijeron de buena tinta a Florentino Pérez para que no se preocupase. Pero puede atestiguarlo Podemos, el partido que ostenta el récor mundial de campañas judiciales en contra, que han resultado ser montajes. Ya van once veces que los jueces han dicho que no había dónde rascar. Y tiene mérito, porque el Partido Popular no suelta el Poder Judicial ni a tiros para que no vengan otros a nombrar a los jueces y terminen disolviéndolo por su medio centenar de corrupciones. Encarcelado Villarejo, le salen imitadores que quieren endilgarle a Podemos el montaje de su propio descrédito. Aún hay quien sigue convencido del cuento de Venezuela. Es el sueño de todo novelista, inventarse una historia que termine sobreponiéndose a la realidad como si fuera la realidad.
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