domingo, 20 de septiembre de 2020

Tu quoque


El latín, tan místico él, siempre ha servido para aclarar los misterios del castellano. Cuando alguien ve que se le acusa de un error que no quiere reconocer, en vez de defenderse, ataca: «Tú lo mismo» o «Tú más». Los retóricos llaman a esta reacción, que no intenta razonar, sino embarrar, con el latinajo «tu quoque», que significa precisamente eso: «¿me acusas de corrupto? pues tú más». «Remover la mierda» o «poner el ventilador» son otras versiones de lo mismo, que en definitiva intenta que los que miran desde fuera vean a todos igual de manchados. Basta con encender el limpiaparabrisas del sentido común para percatarse de que se trata de una falacia, es decir de un falso razonamiento. Todos los partidos no pueden ser igual de corruptos, para empezar porque no todos han gobernado lo mismo y por consiguiente no han tenido las mismas oportunidades de acceder al dinero público y apropiarse de él para fines ilícitos, ya sea para engrosar una cuenta propia en Suiza, ya para asegurarse el seguir gobernando. De hecho, si nos ceñimos a los hechos, hay un partido que acumula más de medio centenar de condenas por distintos entramados en los que intervenían afiliados y cómplices externos en torno a su estructura. Han sido los jueces, no la prensa, los que han dictado las sentencias. Sin embargo los medios han medido con su propio rasero la justicia. Les ha costado, por ejemplo, contar que la fiscalía y los jueces señalaban al exministro del Interior Jorge Fernández Díaz por gastarse el dinero de todos en esconder las corruptelas propias, usando a la policía. Y aún les ha costado más nombrar a Cospedal. Y más aún a Rajoy. Sin embargo, en los titulares, y al mismo nivel, insistían en que otro partido al que hasta ahora no ha acusado ningún juez, era sospechoso de tener una caja B. El juez desestimó este nuevo bulo, uno más, lo que no ha detenido el «tú lo mismo» mediático. Como si fueran los medios y no el partido corrompido los que necesitasen defenderse alegando «tu quoque», lo que muestra una incómoda identidad entre los medios y el partido corrompido. El colmo del retorcimiento llegó cuando el partido corrompido, con más de medio centenar de casos en manos del juez o sentenciados, se negó a negociar con el gobierno porque el partido impoluto forma parte de él. Conclusiones: 1. Para gobernar en España hay que mancharse. 2. Solo el emérito y en general los corruptos tienen acceso a la presunción de inocencia.

No hay comentarios:

Estos artículos se han publicado los domingos en la página 2 del diario La Tribuna de Albacete