Propongo para el análisis sintáctico de la próxima EVAU la siguiente frase: «el 80% de los casos de Covid19 que nos han llegado vinieron de la bomba radiactiva vírica que se plantó en Madrid».
La pronunció Emiliano García-Page esta semana en un discurso pronunciado con mascarilla. En cuanto la escuchamos, la atención se nos fue derecha a la palabra «bomba», que sin embargo, desde el punto de vista del orador, no contiene suficiente material destructivo por sí sola. Hay que recargarla con la tornillería de los adjetivos radiactiva y vírica. Quizá juntos alboroten un poco el fluir del castellano y oscurezcan su comprensión, pero lo importante es que pesen. Y vaya que si pesan. El tono del orador (quien haya visto el vídeo puede dar fe) añade todavía más peso. Parece que se está sentando encima del mensaje para añadirle poder destructivo. Nos imaginamos la bomba estallando, convirtiendo la boina habitual de contaminación en un gran hongo gris, lleno de virus que se difunden y encenizan Toledo, que está más cerca, enjambran Ciudad Real desde el AVE, y quizá también afecten a esas otras provincias más alejadas. Echamos en falta la espoleta porque alguien, no sabemos quién, «plantó» la bomba, pero la bomba no ha explotado aún. De este modo se origina un suspense, que a pesar de su sosez, nos desazona. Pero Page nos aclara enseguida que está atribuyendo a Madrid la capitalía vírica de las Españas. Y fía la suerte de la autonomía que él preside, la nuestra, a que los madrileños sean capaces de controlar la epidemia. Es decir, que se lo curren ellos. O se lo curran o, si la cosa se pone fea, les echamos la culpa. En cualquiera de los dos casos, ganamos nosotros, es decir nuestro sabio presidente. Un buen complemento de la frase hubiera sido el bíblico «yo me lavo las manos» de Poncio Pilatos. Pero hubiera resultado demasiado obvio. Se supone (esto también queda elíptico) que desde el mismo Madrid (donde reside el gobierno) alguien le reconvino. Entonces Page reculó y manifestó lo amigo que era de los hermanos madrileños. Con lo bien que le había quedado la bomba.
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