Cuando los periodistas salimos de excursión, volvemos a ser los joviales estudiantes que fuimos.
El autocar bulle cuando la asociación nos lleva de visita a Villamalea, a conocer la Denominación de Origen Manchuela. Y la sensación escolar se incrementa al sentarnos ante nuestros pupitres de catador para aprender los rudimentos del arte de valorar un vino. De pronto, nuestra guía, Ana Jiménez, comenta que beber vino es algo más que sentarse en una terraza con los amigos, que detrás del vino hay una cultura. Como soy un fetichista de la palabra "cultura", le pregunto en qué consiste la del vino. Ana, una vinatera apasionada, me explica que detrás de cada sorbo hay una selección de uvas y un cultivo de viñas, hay un cuidado para que no se tuerzan, hay una recolección, hay un modo particular de separar la pulpa del hollejo, hay un procedimiento de fermentación diferente (en el material de la barrica, en el control de la temperatura y del tiempo) según el resultado que se pretenda conseguir. En definitiva, que detrás de cada sorbo de vino hay familias y manos bregando y mucho saber acumulado. La escucho hablar con agrado, porque Ana habla desde la pura pasión y la pasión es contagiosa. Pero noto que me falta algo. Será porque asocio la palabra cultura con el aprendizaje y lo que me cuenta no te viene en el sabor del vino, hay que hacer el esfuerzo de imaginárselo. Aun así, desde la visita, he notado cambios en mis hábitos: he vuelto a pedir vino, más que cerveza. Cuando me sirven, giro la copa y coloco detrás la servilleta blanca para valorar el color. Acerco la nariz y hago un esfuerzo por percibir algo diferente entre los aromas. Y después paladeo un sorbo. No bebo desatento como antes. Quien me vea pensará que finjo saber lo que no sé. Pero no lo hago por aparentar, lo hago por el placer mismo de desperezar los sentidos hacia el vino, como los desperezo cuando salgo al campo a pasear o me adentro en una exposición de pintura o en una catedral. Suelto mis sentidos como si fueran perros felices. Acepto que experimentar es la cara b de la cultura.
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