El nombre que les ponemos a las cosas cambia la percepción que tenemos de ellas
. Por eso, cuando nos hablan de un bosque de hadas, rápidamente lo asociamos con un lugar mágico donde ocurren fenómenos inexplicables, aunque sean muy sutiles. Hay al menos un bosque con este nombre, de las hadas, en cada provincia de España. Al fin y al cabo, ponerle un nombre así es una manera de amplificar la belleza, de estirarla hasta donde la razón no llega. En Albacete tenemos nuestro bosque de las hadas. Y reúne todos los alicientes. Está escondido en la sierra de Alcaraz y para encontrarlo es necesario adentrarse por senderos estrechos y desiguales, envueltos en carrascas, pinos negrales, melojos y otras plantas cautivadoras. Es como buscar un tesoro que solo se revela a quien lo está buscando. Poco a poco van asomando los arces, que son el hábitat de nuestras hadas. En otoño forran el suelo con sus hojas amarillas, de cinco puntas, el símbolo de Canadá. Pero están aquí, en nuestra provincia. Siempre que me adentro en un espacio natural, siento que el entorno está exigiendo la participación de todos los sentidos, lo que produce una inundación sensorial. Pero no son solo cinco. Los expertos han ampliado el número a siete. Los dos que habíamos obviado hasta la fecha son la interocepción, las señales internas que recibimos de nuestro cuerpo, y la propiocepción, que nos revela la situación de nuestro cuerpo en el espacio. No obstante, hay algo más. Algún día se hablará de un octavo sentido: la sensibilidad ante la belleza. En el bosque de las hadas, la belleza toma la forma de arces forrados en hiedra, que los abraza con tanta pasión que los está ahogando. Es bello y terrible a la vez. Siempre es así. La belleza de este bosque de las hadas es el grito silencioso de los arces pidiendo ayuda mientras canta cristalino el arroyo Celadillas que asoma a la luz y gorgotea. La muerte y la vida, siempre vinculadas, alcanzan su dimensión absoluta en este valle, que hay que presenciar en soledad, el último requisito de la plenitud. ¿Que quién le puso el nombre? Está claro. Fueron las hadas.
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