He paseado muchas veces por ese barrio de Madrid que llaman de las Letras buscando sensaciones que nunca termino de encontrar.
Los pasos de Cervantes, Lope de Vega o Quevedo hace cuatro siglos que callaron. Y lo que entonces eran casas endebles y calles estrechas hoy yacen bajo el asfalto y el cemento de una gran ciudad. Lo de rotular las calles con sus nombres e imprimir citas de sus obras en el pavimento es un digno homenaje que sin embargo solo me incita a que vaya leyendo mientras camino y que tenga cuidado de no tropezar con las letras. Me resulta mucho más fácil reencontrar a los mitos del Siglo de Oro en sus escritos que en el barrio donde vivieron (y se llevaron a matar, por cierto). Más cerca aún los encuentro, hasta casi oír sus respiraciones, cuando alguien tiene la habilidad de revivirlos en una buena novela. Eso es exactamente lo que han hecho Eloy Cebrián y Paco Mendoza en Madrid 1605, que acaban de reponer en segunda edición, diez años después de la primera. Pronto volverán también con la continuación, Madrid 1616. Ambas transcurren en dos tiempos paralelos: el propio de Cervantes y el actual, en el que por cierto se mueve un personaje bibliófilo que es un trasunto de Paco Mendoza. Esto de conocer al personaje añade morbo, qué duda cabe. Tanto Paco como Eloy han sido compañeros míos en el instituto Sabuco y mientras estoy leyendo me resulta difícil desprenderme de la fisonomía del primero y de la manera de expresarse del segundo, que ahí están, reflejados, en cada párrafo del libro. Pero también, del mismo modo, sigo al personaje Cervantes, piso con él las calles de Madrid y las de Valladolid, a donde se mudó la capital de las Españas justo en esos tiempos. Decía Paco en la presentación del otro día en Popular Libros que esta novela tiene mucho de cinematográfico, que sería fácil llevarla al cine. Para eso, claro, tendría que haberla escrito alguien de Madrid, porque Albacete está aparentemente en medio pero queda lejos de todos los cocidos, aunque resuenen más auténticos los pasos del Siglo de Oro en un libro de aquí que en las rimbombantes calles del turismo.
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