domingo, 4 de diciembre de 2022

Azul inmaculado

 


Cada vez que veo a los japoneses corriendo detrás del balón vestidos de azul recuerdo que deben el color de su camiseta a la Inmaculada Concepción.

Y lo mismo ocurre con los deportistas italianos y la bandera de la Comunidad Europea. Lo aclara Luis Reyes Blanc (Albacete, 1945) en su libro Un delirio español, que se subtitula El negocio de la Inmaculada. A este periodista, que ha ejercido de corresponsal de guerra en ocho conflictos y ha viajado como enviado especial a más de cincuenta países, también le gusta hurgar en el pasado. Y ha removido, y mucho, en el dogma de la Inmaculada. Cuenta que tuvo tanto peso en España que Felipe III emprendió una ofensiva diplomática en Roma para que los Papas, que al principio se mostraban reticentes, acabasen aceptándolo. Y los Austrias y Borbones que le siguieron mantuvieron el pulso. ¿Pero qué pulso? La polémica estribaba en si la Virgen María había nacido libre del pecado original o si se le había borrado durante la gestación. San Agustín había dejado claro que todos heredamos el pecado original, que se transmite a través de la concupiscencia de los padres. Para que María fuera pura desde el nacimiento, sus padres, Joaquín y Ana, tendrían que haberla concebido de otra forma. Giotto los pintó besándose ante la Puerta Dorada, y la concepción por beso terminaron considerándola una solución plausible los partidarios de la Inmaculada Concepción. Hubo batalla encarnizada entre dominicos, en contra, y franciscanos, a favor. Y vencieron de tal forma estos últimos que hubo un momento en España en que había que jurar la defensa de la Inmaculada para pertenecer a la Mesta, graduarse en Salamanca, ejercer la abogacía en Madrid o ingresar en la Real Academia. En el siglo XVIII, Carlos III adoptó los colores y la imagen de la Inmaculada para sus insignias, y por contagio diplomático la asumieron también la reina de Inglaterra, el emperador de Japón y, más tarde, la Comunidad Europea. El color se lo deben a artistas como Murillo, que pintaron a la Purísima envuelta en candorosos blancos mientras flotaba en las azules alturas celestiales.

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Estos artículos se han publicado los domingos en la página 2 del diario La Tribuna de Albacete