Cultural Albacete reunió en febrero a buena parte de la Cultura oficial albaceteña para celebrar su 40 cumpleaños escuchando a la Orquesta Nacional de España.
Cuarenta años no parece una cifra redonda. No obstante, si uno lo piensa, es tiempo suficiente para cambiar diametralmente una provincia o incluso un país. El franquismo por ejemplo, medido como estancia de Franco en el poder, duró 36 años, aunque Umbral redondeó ese periodo como «el cuarentañismo» de forma ilustrativa y atinada. Curiosamente vivimos una epidemia de celebraciones de 40 cumpleaños, como la del programa cultural de RNE «El Ojo Crítico». Es como si la cultura española hubiera renacido en el año 83. De alguna manera, en Albacete, así fue. Todo empezó en una reunión ya legendaria en el Parador, uno de esos momentos de la historia que parecen durar más de lo que duran y a los que parece haber asistido más gente de la que asistió. Tengo varias versiones de distintos convocados. Está claro que José Luis Yuste, director de la Fundación Juan March, llevó la voz cantante, aunque con el respaldo del Ministerio de Cultura. Se proponían emprender una experiencia piloto que dinamizara culturalmente una provincia apagada. Teníamos una rival, pero a Yuste le gustó que aquí ya hubiera brotes verdes: el Instituto de Estudios Albacetenses (1977) el Museo Arqueológico (1978) o la revista literaria Barcarola (1979), cuyos responsables acudieron al Parador junto con las autoridades políticas. Cuando, meses más tarde, el 3 de diciembre, se firmó oficialmente el nacimiento del consorcio, Cultural Albacete llevaba ya tres meses funcionando. Santiago Vico, que está ordenando en un libro las fotos de todos los que han participado, me contó en el descanso del concierto que han sido alrededor de 3000, de los que solo vive un 10%. Incidía con dolor en este detalle luctuoso. También me dijo que se nos ha vuelto a olvidar cuándo tenemos que aplaudir en un concierto, una de las enseñanzas que había implantado el Cultural en su primera década, junto con la obligación de llegar puntual para no encontrar la puerta cerrada.
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