Últimamente trato mucho con árboles.
Ya hablé aquí del grito silencioso de los enebros, estrangulados por las hiedras en el bosque de las Hadas de la sierra de Alcaraz. También he sentido la perplejidad granate de los alcornoques, descortezados en la sierra del Espadán. Y podría hablar de los pinos de la sierra de Chinchilla, que visito todos los días. De hecho, en la Era del Ataúd, cuando estoy solo, advierto en el aire una presencia callada que atribuyo a los pinos. Es la economía, imbécil, me diría sobre los alcornoques cualquier tipo práctico. Es la vida, que lleva enredada la muerte, me dirían sobre los enebros. Estás majara, me dirían sobre mis sensaciones en la Era. Y no obstante, se ha demostrado que los árboles se comunican entre ellos de algún modo que a nosotros nos resulta indetectable. Lo hacen por el subsuelo, de raíz a raíz. Quizá sea ese chisporroteo lo que captan mis hipersensibilidades. Quizá sea sugestión. Pero viene de lejos. Porque los antiguos griegos asociaban los árboles con espíritus puros a los que llamaban dríadas. Si en vez de acompañarnos en la Tierra, estuvieran en Marte, nos esforzaríamos en entablar comunicación. En cambio, como son terrícolas, no les hacemos ni caso. Gracias al libro de Vicente Benlloch sobre los árboles singulares de la provincia de Albacete me enteré de que algunos son monumentos por su antigüedad, su envergadura, su forma. Deberían ser tan turísticos o más que ciertos edificios. Si alguien derriba una ermita, las protestas se oyen en Ceylán. Si derriban cualquiera de esos árboles que llevan centurias viéndonos pasar, solo unos pocos protestan. Ahora, una docena de colectivos albaceteños han creado una plataforma para pedir más árboles en la ciudad, que es la manera resumida de pedir más vegetación. Y no ya solo porque son marcianos de aquí, sino por puro egoísmo, porque nos facilitan la vida, incluso en la ciudad. Moderan el bochorno del cambio climático. Según los científicos la relación ideal es que ocupen la tercera parte del espacio. Aunque no consigamos comunicarnos con ellos, han venido a salvarnos.
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