De pronto la ciudad de Albacete se nos ha llenado de versos.
Se los encuentra uno en las mamparas, en los bancos, en las paredes. A uno, como poeta, le abruma un poco esta inundación, aunque siempre es preferible a otras, y más todavía a las electorales. Me recuerda una hermosa tradición con la que los balineses celebran el año nuevo. Cuelgan en las puertas de sus casas banderas con frases llenas de buenos deseos para que el aire las avente y las difunda. Los versos que llenan Albacete no contienen necesariamente buenos deseos, pero al menos no se escribieron con la intención de vendernos algo o de que comulguemos con una idea. Se escribieron para compartir una emoción. Esa finalidad sentimental es lo que de verdad caracteriza a la poesía. Salvo raras excepciones, no se trata de poemas completos, sino de versos seleccionados y extraídos de poemas que eran más amplios y que no caben en una mirada, que es lo que uno tiene tiempo de lanzar cuando avanza por la calle sumergido en sus preocupaciones y ajetreos cotidianos. Dos versos, tres. Lo que cabe en una bandera. Y sin embargo la mayoría de las veces ni siquiera fijamos la atención en esa muestra reducida, precisamente porque vamos a otra cosa y no estamos para andar leyendo. Conforta de todos modos saber que esos sentimientos están ahí, expuestos, jalonando nuestro discurrir cotidiano. Surten el efecto benefactor de una brisa ligera. Como la iniciativa ha discurrido por la Concejalía de Participación Ciudadana, se trataba de que hubiera muchos poetas concernidos. Hemos sido 41, y el concejal aventuró que se ampliaría con otros tantos la próxima convocatoria. A menudo, uno tiene dudas de si es poeta; no tiene dudas sin embargo de que los poetas verdaderos son escasos. Pero el Lunes Santo estuvimos en el acceso a Carretas desde la calle Mayor, leyendo un poema por cabeza, mientras alumnos de la Escuela profesional de danza José Antonio Ruiz lo interpretaban con su cuerpo. Fue hermoso porque era un acto laico en una semana sobrecargada de ritos religiosos. Como izar una bandera y ver que la brisa la ondea.
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