Nos conviene que cante la garlocha.
Nos conviene porque su cloclocló anuncia que va a llover. Así lo cuenta José Fajardo, recolector de saberes populares que se están perdiendo por minutos como las lágrimas al mezclarse con la lluvia. Ha espigado un buen puñado y los ha reunido en su libro Cuando canta la garlocha, que es verde, que huele como un libro vegetal y suena con las voces de muchos indígenas de aquí que le han contado lo que sabían a Fajardo y a sus colegas a lo largo de más 600 entrevistas durante 30 años. Fajardo y sus colegas han tenido la santa paciencia de escucharles, de tomar notas y de separar el grano de la paja. No es libro para leer de un tirón, sino para visitarlo en paseos que son como las excursiones que organiza el propio Fajardo desde la Universidad Popular de Albacete unas veces para escudriñar setas, otras para ir leyendo el libro abierto de la naturaleza. Fajardo, con su cachaza manchega, profundiza y monda también las palabras que les oye decir a sus entrevistados, igual que monda las cagarrutas de pájaro o las bayas o las hojas. Es el niño grandote que desmonta el mecano para entenderlo y luego vuelve a trenzarlo con tiras de esparto. Ahora encabeza la lucha por salvar las vías pecuarias, él que dice que no es un orador. Por una vez no le creemos. Su estilo es empezar con un suave bordoneo hasta que nos tiene a todos en vilo escuchándole. En la presentación de su libro en la Feria dejó algunas perlas de sentido común. Dijo que hay quien se queja de los okupas, pero que las cañadas reales, que son de todos, están sembradas por agricultores okupas. Que el colmo es que un urbanita se mude al vivir al campo y denuncie al vecino porque le molesta el cacareo de las gallinas y el canto del gallo. Que los pueblos los rigen las ciudades, y que eso los destroza. Que deben regirse ellos mismos. En su libro, que es un pueblo lleno de excursiones, de vecinos sucesivos, una enciclopedia popular, un grimorio donde cantan los pájaros, está Fajardo y estamos todos con él, de nuevo indígenas del mundo.
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