La primera vez que escuché cantar a Víctor Jara, yo tenía quince años y estaba en el laboratorio de idiomas de la Universidad Laboral de Albacete.
No sé qué hacíamos allí unos cuantos alumnos sin profesor. De hecho, el tiempo ha borrado los pormenores de la escena. Alguien, no sé quién, puso el disco y yo lo escuché por los auriculares. Cuando me esfuerzo intentando recordar, solo quedan la pureza de la voz y la guitarra sonando. Y me vuelvo a conmover como entonces. Nunca antes había escuchado con tanta fidelidad una música. Nunca después me ha impactado tanto. La música fue lo primero. Las letras fueron calando más despacio, pero calaron hasta una profundidad donde todavía siguen. Más aún tardó en llegarme la comprensión de los hechos. Ese fue el recorrido. Entonces no había Google. Así que alguien, algún compañero más precoz, más comprometido, me contó la espantosa muerte del cantante. Probablemente me contó que le habían cortado las manos. Ya sabemos que no fue así, que solo se las aplastaron hasta inutilizárselas. Como si ese matiz cambiara la historia. En cambio, la burla de sus asesinos, el “sigue tocando ahora si puedes” no ha sufrido alteración. Así, aquellos acontecimientos que habían estallado en otra parte del mundo tardaron tres años en llegar a mis oídos en Albacete, y lo hicieron en alas de la voz de alguien que llevaba tres años torturado y muerto. Este mes de septiembre de 2023 el vendaval de las efemérides ha removido aquella hojarasca de mi adolescencia y ha dejado otra vez en carne viva aquellas canciones que yo tarareaba imitando instintivamente el acento chileno de Jara. Han pasado 50 años, medio siglo. Sigue muriendo heroicamente Allende. Hace poco hemos descubierto que asesinaron a Neruda. Aún están persiguiendo y juzgando a los criminales que llevan medio siglo jactándose. Hay ya pruebas fehacientes de que Estados Unidos creó las condiciones para el golpe y apoyó a Pinochet. Pero esto quedará impune. Con la misma pureza, Víctor Jara sigue cantándole a Amanda, su madre. No sabe que también le canta a Amanda, mi hija.
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