El arte en Albacete es un no parar.
Y más desde
que a Anselmo Gómez se le ocurrió organizar un encuentro de arte en movimiento.
Se le ocurrió mientras cruzaba el Parque. Eso fue en 2008. Iba tan ensimismado
que tardó en darse cuenta de que iba en bicicleta. Una bicicleta azul. El
vehículo y el color le inspiraron. Así nació el primer encuentro La Bicicleta
Azul, que floreció cinco años seguidos, hasta que Anselmo, agotado y centrado
en asuntos familiares, aparcó el arte de organizar arte. Pero solo para
recuperar el resuello. Este septiembre ha vuelto con renovados ímpetus. Al
acabar la Feria, que es un momento en que la caída de la hoja parecía el único
movimiento posible. Ha vuelto como una explosión benigna: 24 actividades y 70
artistas (más los 36 dibujantes del Certamen de Dibujo y los 7 de la Muestra de
Cine Experimental). Todos moviéndose entre miércoles y domingo por siete
espacios diferentes. Moviendo su arte variopinto, misceláneo, interdisciplinar.
Moviendo al público, al que no le quedaba otra que moverse también. En el
Parque, en el Botánico, en el Café del Sur, en la calle Ancha, en cualquier
espacio donde se pudiera conectar con la gente e intentar sorprenderla. También
en EA!Teatro, donde se ha celebrado el encuentro de cine que dice Anselmo que
es como el epicentro desde el que emana su Bicicleta. Ahí se apoya en el criterio de Hernán Talavera. En las artes plásticas quien le ayuda en José Eugenio Mañas. En todo no pude estar, claro. Puedo dar fe de la
interpretación de textos en Popular Libros, del recortable sonoro de Marian
Cortés, de la representación íntima en el puentecito del Botánico, de la
performance de apoyo al inmigrante, de un itinerario para marcar con arte los
alcorques sin árbol que hay desparramados en la capital. Dice Anselmo que él
también se ha quedado sorprendido. Que el arte que proponen tiene vocación de
efímero, que está creado para que se deteriore y desaparezca. Pero que, al poco
rato de exponer en el Parque unos flotadores, un busto de escayola y un pie de
maniquí, había ya niños que se los habían apropiado para jugar con ellos, con
el sorprendente beneplácito de sus padres. No es exactamente el final que los
autores habían planeado. Hasta lo efímero se les mueve.
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