Todo viaje es imaginario porque todo viaje es memoria.
Lo escribió Saramago. Al leerlo, me veo
abrazado al olivo donde esparcieron sus restos, frente su casa en Lisboa. Pilar
del Río baja las escaleras para recibirnos. Viste de naranja vaporoso. Y como
la memoria es desordenada, a la vez estoy en la casa de Pessoa examinando el cuadernito
en el que a sus seis años anotó el cumpleaños de su amigo imaginario. Era el
preludio de sus heterónimos. Fueron solo tres. No tuvo tiempo de componerles cartas
astrales a más candidatos. Levanto la cabeza y me veo paseando por Lisboa. La
memoria siempre omite las cuestas, las escaleras, los pavimentos que te exigen
ir pendiente del oleaje como si el terremoto de 1755 acabara de removerlos. También
aprieta el tráfico. Y los tranvías. De lejos son reliquias, pero si les pisas
las vías te amenazan. Lisboa es un hormiguero. Los cruceros desbordan la ciudad.
Los turistas se desparraman, anegan los espacios marcados con una cruz. Empinado
sobre la marea que forman, me asomo al mirador de San Pedro de Alcántara y
luego al de Santa Justa, hermano de la torre Eiffel. Proyectando la vista hacia
el castillo de San Jorge y el río Tajo, más allá del aire absorto, acariciado
por la música callejera que siempre suena bien, todo se aquieta. Vuelve la
pausa melancólica con que se movían Pessoa y el Pereira de Tabuchi, dos
oficinistas con querencia por los bares. De hecho, veníamos a seguirles los
pasos con el club de lectura que capitanea Pilar Alcón. La secundan Fernando
y Zizinha, dos lisboetas generosos y risueños. Rastreamos a Pereira por las
interminables calles. A veces toma un taxi y lo perdemos. A veces se oye un
fado cuya letra todos conocen y vocalizan como ventrílocuos. De pronto me veo
incomprensiblemente solo mirando los cuadros del matrimonio Szenes-Viera da
Silva. De pronto Mario Guerra me habla en Poesía incompleta, una
librería tan libresca que me pregunto si la estoy soñando. Pero se pone el sol
al otro lado de la torre de Belem. Se acaban el día y la visita. Hay que arrojar
la llave al fondo del río, a la memoria.
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