domingo, 22 de octubre de 2023

Lisboa, el sabor de la lectura

 

Todo viaje es imaginario porque todo viaje es memoria.

Lo escribió Saramago. Al leerlo, me veo abrazado al olivo donde esparcieron sus restos, frente su casa en Lisboa. Pilar del Río baja las escaleras para recibirnos. Viste de naranja vaporoso. Y como la memoria es desordenada, a la vez estoy en la casa de Pessoa examinando el cuadernito en el que a sus seis años anotó el cumpleaños de su amigo imaginario. Era el preludio de sus heterónimos. Fueron solo tres. No tuvo tiempo de componerles cartas astrales a más candidatos. Levanto la cabeza y me veo paseando por Lisboa. La memoria siempre omite las cuestas, las escaleras, los pavimentos que te exigen ir pendiente del oleaje como si el terremoto de 1755 acabara de removerlos. También aprieta el tráfico. Y los tranvías. De lejos son reliquias, pero si les pisas las vías te amenazan. Lisboa es un hormiguero. Los cruceros desbordan la ciudad. Los turistas se desparraman, anegan los espacios marcados con una cruz. Empinado sobre la marea que forman, me asomo al mirador de San Pedro de Alcántara y luego al de Santa Justa, hermano de la torre Eiffel. Proyectando la vista hacia el castillo de San Jorge y el río Tajo, más allá del aire absorto, acariciado por la música callejera que siempre suena bien, todo se aquieta. Vuelve la pausa melancólica con que se movían Pessoa y el Pereira de Tabuchi, dos oficinistas con querencia por los bares. De hecho, veníamos a seguirles los pasos con el club de lectura que capitanea Pilar Alcón. La secundan Fernando y Zizinha, dos lisboetas generosos y risueños. Rastreamos a Pereira por las interminables calles. A veces toma un taxi y lo perdemos. A veces se oye un fado cuya letra todos conocen y vocalizan como ventrílocuos. De pronto me veo incomprensiblemente solo mirando los cuadros del matrimonio Szenes-Viera da Silva. De pronto Mario Guerra me habla en Poesía incompleta, una librería tan libresca que me pregunto si la estoy soñando. Pero se pone el sol al otro lado de la torre de Belem. Se acaban el día y la visita. Hay que arrojar la llave al fondo del río, a la memoria. 

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Estos artículos se han publicado los domingos en la página 2 del diario La Tribuna de Albacete