A menudo el guionista de nuestra vida se deja cabos sueltos, proyectos inacabados, curiosidades insatisfechas.
Por el puro hábito de no tirar nada, tomo nota y las guardo en una caja de zapatos. Ahí se acumulan preguntas que nunca llegué a hacerles a seres que ya no pueden responderme. También conversaciones sueltas que en su día me parecieron interesantes. Saco al azar un papel y leo lo que me confió el librero portugués Mario Guerra: que España es un país generoso porque traduce y edita a poetas de todos los idiomas. Esto que a nosotros nos puede parecer normal, a Mario le importaba mucho porque países como el suyo o Estados Unidos se concentran casi exclusivamente en los autores locales. Mirá, me dijo, enarbolando el libro de un poeta de apellido impronunciable. Esto solo se traduce y se edita en España. Sonrío como entonces. Guardo lo que dijo Guerra y saco otro papel. La traductora polaca Marta Jordan se maravilla de que los dramaturgos españoles convirtamos con rapidez apabullante la actualidad en teatro. Los abusos sexuales, por ejemplo. Marta, traductora de Mayorga y Sinisterra en otros, cita de memoria varias obras en las que aparece el tema. Guardo también esta nota en la caja de zapatos y la cubro con su tapa de cartón. La caja así cerrada me trae otro recuerdo. Tras leer mi reciente artículo sobre Quevedo, una amiga me llamó para contarme una anécdota que llevaba años callando. Su abuelo era escribano en el ayuntamiento de Villanueva de los Infantes en los años veinte del pasado siglo. En esas fechas participó en la reorganización del sótano del edificio. Estaba inspeccionando un batiburrillo de objetos cuando, al abrir una caja de zapatos, se topó con los huesos del autor de El buscón, lo que quedaba de él. Miró a un lado y a otro. ¿Cómo habían venido aquellos restos a parar al sótano en aquel recipiente? ¿Quién los había olvidado allí? Preguntas sin respuesta formuladas por unos huesos. El escribano dio noticia del hallazgo y pidió por favor que no costara su nombre. Ignoro por qué. Pero entiendo que su voluntad no caduca y la respeto.
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