domingo, 3 de diciembre de 2023

Napoleón

 

Lo que me fascina de la película de Rittley Scott es que todo el mundo opina sobre ella.

A nadie deja indiferente, o nadie quiere quedarse sin expresar su opinión, la que sea. Napoleón es un clásico, pertenece más a la leyenda que a la realidad, todos conocemos su biografía por encima, como conocen peripecias del Quijote incluso quienes no lo han leído. De modo que cualquier intento de ponerlo en carne y hueso choca contra ese ideal que guardamos en la cabeza. Los que más, los franceses, que no aceptan que su ídolo fuera tan poco francés en la cama. Aunque en ese detalle la película se ajusta a la realidad. En otros no. Los historiadores han criticado mucho el bombardeo de las pirámides, que según el director se ha incluido para que nadie se llamase a engaño: estaban en Egipto. A España sin embargo ni se asoman. Ya veremos cuando nos sirvan la serie que tienen preparada con tramas y secuencias que no cabían en dos horas y media. Y ya que la película se centra en la relación que mantuvieron durante quince años Joaquin Phoenix (Napoleón) y Vanessa Kirby (Josefina), lo primero que llama la atención es que ella no parece, ni de lejos, seis años mayor que él. Detalle crucial. Choca mucho que la cortesana Josefina camele con facilidad a un pacato y aturdido Phoenix, que casi la dobla en edad. Porque históricamente, en ese momento, Napoleón era un jovenzuelo imberbe y pacato. Y ella era una mujer burlada y luego viuda, con numerosos amantes y con dos hijos; una mujer que por si fuera poco se había librado de la guillotina por los pelos (que ya tenía cortados). La película insinúa apenas que la conquistadora fue ella, imponiéndose a una española que atraía más a Bonaparte pero no tenía la visión de futuro de Josefina. Con la misma cara de póquer el virginal Phoenix contempla el panorama que le ofrece Josefina bajo sus faldas y más adelante, ya experto en amores, la corona emperatriz, mientras va derrotando rivales y ejércitos. La cara de póquer sobre el labio leporino da mucho juego. En cambio nos pasamos todo el rato frustrados esperando que complete su contención expresiva cobijando la mano bajo la guerrera para sostener el tirante, como en los cuadros. Pero todo esto es por no callar, por opinar también. Yo soy espectador poco exigente. Me sumerjo con mucha facilidad en la ficción, con poco que se cumplan unas pocas reglas que la película cumple con solvencia. No en vano Ridley Scott conoce bien su oficio tan bien como el mejor y ha dirigido algunas de mis películas favoritas. Por cierto, salí del cine con la ropa oliendo a pólvora de las batallas y con las orejas tapadas por si aún no había estallado el último cañonazo.

 

 

 

 

No hay comentarios:

Estos artículos se han publicado los domingos en la página 2 del diario La Tribuna de Albacete