domingo, 5 de noviembre de 2023

Quevedo en Villanueva de los Infantes


Leí todo Quevedo con fruición en un verano de mi juventud y sus poemas me dejaron la impresión de que aquel tipo era mala gente.
Un hombre frío que escribía muy bien. En el soneto “Amor más allá de la muerte” vaticinó que sus restos serían “polvo, mas polvo enamorado”. Imposible comprobar si lo acabó cumpliendo porque sus restos están esparcidos y perdidos. Ocurrió después de que muriera aquí cerca, en Villanueva de los Infantes, cagándose la pata abajo por una disentería. Quevedo era un trol del siglo XVII. Se ganaba la confianza de los poderosos, incluso del rey, escribiendo libelos contra sus rivales, bulos que cargaba con la pólvora de su talento y su mala leche. La madre de Quevedo le había comprado el señorío de Torre de Juan Abad, a 20 kilómetros de Villanueva. Aquí, a “la aldea”, como él la llamaba, venía a refugiarse cada vez que caía en desgracia. La última y definitiva en 1644. Otro trol menos talentoso que él, pero mejor estratega, había logrado endilgarle un libelo que cabreó al Conde Duque de Olivares. Lo encerraron cuatro años en un convento en León. De allí se vino con las orejas gachas a su aldea, donde los vecinos no lo querían como Señor. “Retirado en la paz de estos desiertos”, había escrito. Me paro a contemplar los paisajes de Montiel, solo 200 metros por encima de la Mancha, e intento verlos con sus ojos. Me quito las gafas porque Quevedo usaba quevedos (también era feróstico y cojo). Además era un putero y un borracho. “Quebebo”, lo llamó Góngora. Supongo que más que por los paisajes desnudos, estos lugares le parecían desiertos porque echaba en falta los lupanares y las tascas de los que era parroquiano en la Corte. Las últimas heridas se las infringieron los barberos creyendo que sangrándole lo curaban. Me lo imagino arrastrando los pies por las dependencias del monasterio de Santo Domingo, donde escribió cartas de náufrago en sus meses postreros. Dice el folleto que dirigidas a sus amigos. La celda donde se alojó está tan desnuda como debió estarlo entonces. Da frío. O la heló para siempre con el frío de sus 65 años.

No hay comentarios:

Estos artículos se han publicado los domingos en la página 2 del diario La Tribuna de Albacete