«Yo quiero llenar los teatros, yo quiero llenar hasta mi entierro».
Y lo logró. Hubo llenazo en Valladolid. Por una vez
acudieron el ministro de Cultura y los políticos de alrededor a despedir a una
actriz española. Claro, que se trataba de una actriz a tiempo completo. Porque
Concha Velasco era de la familia. No solo porque salía en televisión con la
suficiente regularidad para tenerla viva en la retina, ya fuera haciendo
películas y series o presentando algún que otro programa. También por las
frecuentes reposiciones de sus filmes, desde la minifaldera chica yeyé a la
agitadora Santa Teresa pasando por las chicas del cable. Pero además se subía
al escenario siempre que podía. La penúltima vez haciendo de Juana la loca, con
la que se identificaba muchísimo (según sus propias palabras) en lo del odio y
la venganza, «que nos mantiene vivos a veces». La Velasco acababa una
actuación, salía del camerino, y la estaban esperando en la calle una tropa de
admiradores a los que trataba como si fueran familiares venidos del pueblo. Los
atendía uno a uno, escuchaba sus cuitas, les daba consejos. Y ellos,
impresionados por la repentina cercanía de aquella mujer legendaria, le
confiaban hasta el dolor más enquistado. Una vez el taxista le reconoció que
acababa de dejarlo su mujer y ella pidió a sus acompañantes que esperaran y se
dio un paseo con él, que volvió sonriendo. Pero como los dioses griegos tenía
también su lado oscuro. Se ofrecía a los entrevistadores como si fueran
psiquiatras de guardia. Se les abría de par en par: les contaba que era
rencorosa, que había tres personas que habían muerto en su corazón, que viajaba
siempre con una cafinidrina en el bolso por si le sobrevenía el tercer infarto.
También se ufanaba de haber sido ambiciosa, de haber trabajado con quien le dio
la gana, de coleccionar directores como el que colecciona sellos, y de que si
alguno le faltaba estaba dispuesta a lo que fuera para convencerlo. Era actriz
de 24 horas sin saberse dónde acababa el personaje y dónde empezaba ella. Llenó
hasta después de muerta.
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