domingo, 25 de febrero de 2024

Cabañeros

 

Esta llanura poblada de encinas discontinuas resulta familiar incluso la primera vez que te asomas a ella.

Venimos como turistas, pero somos los hijos pródigos. Escudriñamos el paisaje a la espera de que aparezca un jabalí o un grupo de ciervos, pero en el fondo estamos esperando vernos pasar a nosotros mismos cubiertos con pieles. Espiamos a los buitres con los prismáticos y nos sorprendemos de verlos quietos como estatuas. Nos pasma su paciencia, casi irreal, una paciencia que comparten porque no es aprendida, forma parte de la especie. Entonces nos palpamos los bolsillos porque no sabemos dónde hemos puesto esas cosas que compartimos con nuestra especie, ni sabemos qué son. Igual una de ellas es esta misma quietud. La quietud que nos está abduciendo, secuestrando, vaciando de los sapiens que éramos antes de subir al autobús y adentrarnos en Cabañeros. La quietud es un ovni que no viene de las galaxias sino de nuestro pasado, de nuestro interior. Nunca la naturaleza tiene prisa. Ni siquiera tiene prisa el agua que corre, la que cae desde la altura a grandes chorros, la que se roza contra los acantilados y va puliendo la piedra, y después fluye por las vaguadas. Su destino está decidido desde hace tanto tiempo que marea hacer las cuentas. La geóloga Carmen Paterna nos explica cada paso del proceso con el mismo entusiasmo con que los locutores de radio narran partidos de fútbol. Las piedras luchan, giran, se destruyen. Deciden la gravedad y la composición de los materiales en un proceso lentísimo, de millones de años. Su juego de fuerzas está ocurriendo ante nosotros pero somos incapaces de apreciarlo porque somos solo un rayo de luz que pasa y se pierde. Subimos los 1448 metros del Rocigalgo, el monte más alto de Cabañeros, y bajamos resollando, transformados por el cansancio y por los horizontes insaciables. Cabañeros es lejanía de nosotros mismos. ¿Dónde están las noticias que nos martirizan a todas horas, esas de las que vamos huyendo como huyen del fuego las fieras? Aquí no llegan. Aquí hasta internet llega arrastrándose, exangüe como un animal herido y hambriento.

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Estos artículos se han publicado los domingos en la página 2 del diario La Tribuna de Albacete