Cambian la ciudad durante un día.
Me refiero a los miércoles, esos muñecos de tamaño natural que los chinchillanos sacan a la calle el miércoles de Ceniza. Es una manera de despedir el Carnaval disfrazando a los muñecos, a veces de uno mismo. Me lo decía mi vecino Paco señalando sus miércoles: somos mi mujer y yo haciendo manualidades. La tradición la rescataron Fina Ortega y sus asociadas cuando llevaba décadas perdiéndose y a punto de caer en el olvido. Por fortuna está recuperada de lleno, aunque ya Fina decidió apartarse y dar el relevo a otras. Este año han sido 30 las parejas, o grupos de miércoles, que, repartidos en distintos lugares del casco urbano, estaban esperando la visita de los curiosos. Un plano de papel con las localizaciones numeradas ayudaba a encontrarlos. Esto convertía la visita en la búsqueda de treinta tesoros. Cierto que la mayoría eran toscos e ingenuos, pero capaces de transmitir el entusiasmo de sus artífices. De hecho, los artífices suelen apostarse cerca, acechando las reacciones de los que se aproximan con una mezcla de expectación y de orgullo. Aquellos que ignoran de qué van las comparan con las Fallas. Claro, aquí los miércoles pierden por goleada porque no los realizan grandes artistas, sino los vecinos que dan un paso adelante, y a veces los niños. De hecho, utilizan por norma materiales baratos, maniquíes de desecho, caretas, pelucas y pinturas, que además reciclan cada año. Por eso pocas veces consiguen vencer la rigidez. Lo que cambian son los trajes y el atrezo, con los que intentan recrear una escena cotidiana o unos personajes televisivos. Les hacen hablar, casi siempre con ripios, por medio de unos cartelitos que llevan en el pecho. El espectador tiene que deducir quiénes son. Detrás de los miércoles están los chinchillanos que ya no están. Para visitarlos, hay que perderse en Chinchilla, que ese día está distinta a cualquier otro día del año. Como le dije a Anselmo Gómez, que sabe del tema, los miércoles son arte efímero. Porque el arte sirve para eso, para cambiarnos, aunque la ilusión dure un día.
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