El edificio

 

¿Ese edificio qué es?, me preguntan.

Me lo han preguntado varias personas distintas en diferentes momentos. Si te lo pregunta una sola es una anécdota. Cuando son más de dos, es un síntoma. Se interesan por un edificio en construcción de cuatro plantas que va tomando forma en el Cañaveral. Chinchilla está en alto, en dos montañas, una de ellas con castillo y la otra con una espigada antena. El Cañaveral forma una especie de valle natural entre ambas. Donde se despliegan, se aplanan y apuntan hacia la llanura manchega. Albacete se ve allá a los lejos, a trece kilómetros, y más allá el horizonte de las puestas de sol. Uno puede asomarse, apoyado a una barandilla en la calle Virgen de las Nieves, dándole la espalda al Auditorio, y columbrar allí abajo el Cañaveral. Verá pistas deportivas y un puñado de autocaravanas aparcadas y, los jueves, el mercadillo. No sé por qué, se relaja uno mirando hacia abajo entre las dos montañas: la de la izquierda con sus casas, la de la derecha verde de los pinos que pertenecen ya a la sierra del Consorcio. Escondidas tras el edificio por el que me preguntan, hay diseminadas viviendas que han ido emergiendo poco a poco. Forman una de las urbanizaciones que se proyectaron antes de que explotara la burbuja inmobiliaria. Se llamaba Área de Reparto 5 (AR5). La única que de momento ha salido adelante, aunque con mucho dolor para los pequeños propietarios que se endeudaron para no perder sus huertecillos familiares o sus alquerías. Durante una década ha estado tan bien urbanizada como vacía, con farolas que de noche alumbraban solitarias. De acuerdo, me dicen las visitas, ¿pero, el edificio? Es una residencia para mayores que llevaban mucho tiempo reclamando los jubilados de Chinchilla. Una eterna promesa de los políticos. Al explicárselo, los que me estaban preguntando resoplan y exclaman: pues menuda monstruosidad de edificio. Destroza todo el panorama. Y en efecto, una de las cosas que no solemos valorar son los lugares donde la vista respira. No los valoramos hasta que irremediablemente los perdemos. Como es el caso.