Los vencejos están al caer, nunca mejor dicho.
Vuelven de su invierno africano. Hasta el día de Santiago llenarán el espacio con sus vuelos incesantes. Porque es sabido que los vencejos pasan toda su vida volando. De noche suben más arriba, pero no paran. Lo que se conoce menos es que para reproducirse tienen que posarse. Entonces necesitan agujeros a buena altura para situar sus nidos. De hecho, vienen de África buscándolos. Y nuestros pueblos cada vez son menos acogedores. Hemos ido cambiando la manera de construir. Cada vez menos aleros, cada vez menos huecos en nuestras fachadas. Gonzalo Páez, de la asociación Aula Verde, me cuenta que en Chinchilla tienen localizada una colonia de vencejos que anidaba en la muralla. Pero la muralla tenía demasiados agujeros y peligraba su estabilidad. Así que había que rellenar los huecos con argamasa. El hermoso trabajo de Páez y su asociación ha consistido en identificar los huecos donde había señales de nido y proponer que se respetasen. Había demasiados, no obstante. Si se salvaban los huecos, peligraba la muralla. Pero los amigos de los vencejos han encontrado una alternativa. En los lugares donde hace falta nido y no hay hueco, con ayuda del ayuntamiento, han instalado unas cajas de cemento que cumplen las dos funciones, la de sostén de la muralla y la de nido para los vencejos. Los de Aula Verde llaman “muralla viva” a la muralla que admite nidos. La de Chinchilla seguirá siéndolo o volverá a serlo. Eso sí, la reparación no impedirá que se sigan cayendo pollos de vencejo, aún no preparados para volar. El centro de recuperación de aves los recoge, pero no da abasto. Porque son voraces, comen cuatro veces al día hasta que se independizan. Entonces necesitarán un salto o un empujón porque sus alas son demasiado grandes y sus patas demasiado pequeñas para tomar impulso. Alimentar a tantos polluelos a la vez es un problema que requiere voluntarios. Luego nos beneficiamos todos. Como me decía el albañil Eli, evitan que nos coman los mosquitos. Y verlos tejer en el aire su vuelo sin hilos contagia ingravidez.
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