Los poetas oímos de vez en cuando esta frase: «Esto te inspirará mucho, ¿verdad?».
Suele decírnosla algún amigo bienintencionado. Por ejemplo, cuando ambos compartimos las vistas de un paisaje muy hermoso: la cima de una montaña, el discurrir de un riachuelo, una bruma que envuelve pensativa un robledal. Como tengo buenos amigos caminadores y montañeros, me lo dicen con frecuencia. La belleza nos sobrecoge a todos. También, por supuesto, al amigo. Asociamos la belleza con lo inexplicable, con lo sagrado, y cuando la percibimos, sentimos el impulso de rendirle algún tipo de homenaje. El que no es poeta, y tiene un poeta al lado, delega en el poeta. Le da un toque cordial: «si estás, como yo, embriagado por lo que nos rodea, escribe algo que nos represente a los dos». Lo cierto es que la poesía convencional (no tanto el haiku) requiere complejos mecanismos cuya explicación resulta un tanto alambicada. Rilke los resumió en un hermoso párrafo (que resumo yo más): hay que empaparse con las vivencias, experimentarlas hasta el tuétano, y luego dejar que se olviden, que pasen al fondo, que se vayan mezclando con otras vivencias. Si hay suerte, fermentarán y, con más suerte todavía, es posible que afloren convertidas en versos de un nuevo poema. Porque no nos valen las vivencias, sino que necesitamos que se conviertan en experiencias, es decir en símbolos. Lo que compartimos, lo universal, son los símbolos, aunque hay que trabajarlos mucho para que recuperen la intensidad, el fulgor de una vivencia. Se me pasa todo esto por la cabeza mientras miro y oigo discurrir el río de la Luz (qué hermoso nombre). En los veranos, cuando empezaba a caer la tarde, el poeta Vicente Aleixandre bajaba desde su chalé de Miraflores de la Sierra a este paraje, la fuente del Cura, a quince minutos de su residencia. En este día de julio, disfruto en soledad de este rincón y alguien me dice: «esto te inspirará mucho». Miro a un lado y a otro. Estoy solo. El que me lo ha dicho esta vez es mi Pepito Grillo. Le contesto que espere, que no hay prisa, que el arte es largo y además no importa.
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