Foto de Amparo Álvarez |
El alcalde Pérez Castell tenía un plan.
Debería ser la norma, pero gracias a su gestión vamos comprendiendo que tener un plan es tan infrecuente en un alcalde que, ahora que se ha muerto, los que intentan resumir su figura convergen casi sin excepción en que tenía una idea para Albacete y que consiguió plasmarla. Coinciden antes de coincidir en que era buena persona y un tipo conciliador, que no está mal como elogio póstumo, pero que en ciertos casos suena insuficiente. Lástima que la democracia fluya tan desenfrenada. De vez en cuando sería muy útil pararnos y echar un vistazo, sin tener que esperar a que se nos muera un alcalde. Por su trayectoria, Pérez Castell fue sobre todo un hombre de partido, del PSOE, en el que hizo de todo desde que ingresó casi con 40 años. Dirigió el Centro de Profesores, la agrupación de Albacete y la de Castilla-La Mancha, fue concejal antes que alcalde y dejó la alcaldía para irse de diputado al Congreso (hay quien piensa que más empujado por el partido que por su propio deseo). Sin embargo, todo queda difuminado por su alcaldía entre 1999 y 2007. Alguna gente, de hecho, lo siguió llamando alcalde hasta el final. Al morir, vuelve a ganar las elecciones del sentir popular porque mucha gente recuerda su labor. En resumen, uno es el sabor que deja y Pérez Castell deja un sabor de intelectual metido en política, porque la abrasión de la política no le arrebató el aura de profesor. De hecho, al retirarse volvió a ejercer unos meses, antes de jubilarse del todo. El problema de un político no es que le falten ideas, sino conseguir margen para aplicarlas. Pérez Castell lo tuvo, al menos por un tiempo. Y logró dejar la sensación de que tenía un plan. Uno de sus concejales me contaba que el alcalde se daba una vuelta por Albacete para supervisar los proyectos, cada mañana antes de acudir al despacho, y que luego en la reunión les ponía deberes. Me lo contaba con devoción sincera. También un colega de su departamento en el Sabuco me asegura que fue un profesor innovador y buen compañero. Quizá su plan fuera hacer bien las cosas.
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