Hubo un tiempo en que queríamos ser como Mariano Haro, pero no mucho.
Queríamos ser como Mariano en
el rendimiento, pero no en las trazas. Ese correr con el pecho adelantado, como
si un carro invisible tirara de su esternón y el atleta se dejase llevar con
los codos muy flexionados y la barbilla tendida. No podía esprintar porque el
carro tenía un ritmo alto, pero monocorde. De todos modos, acabamos imitando a
Mariano Haro porque era lo más parecido que teníamos a un medallista olímpico, aunque
llegase cuarto a la meta, superado por los tres que ocho segundos por delante
se disputaban el oro. Lo veíamos y lo sufríamos en el blanco y negro de las
televisiones de entonces, mientras el locutor intentaba compensar la decepción con
un entusiasmo desmedido. “El león de Becerril” lo llamaban, porque a los héroes
había que ponerles un sobrenombre, una especie de título nobiliario en el que
gastaron poca imaginación: “león” y el gentilicio. Mariano Haro había nacido en
Valladolid, pero pasó toda su vida en Becerril del Campo, en la provincia de
Palencia. Además de trillar todos los senderos del pueblo entrenándose, llegó a
ser alcalde desde 1979 hasta 2003. Supongo que adquirió soltura contestando a
tantas entrevistas como le hicieron en aquellos años en los que corría sin
parar por las pistas y por el campo a través, y quedaba hasta cuatro veces
segundo en el mundial. No era un dechado de facundia, nunca lo fue, pero
aprendió, porque era listo. Lo demostraba resumiendo así su trayectoria: “es
mejor quedar segundo cuatro veces que quedar campeón una sola, porque eso
significa que siempre estuve ahí”. Mariano Haro, que nació en 1940, se nos ha
ido a los 84 años justo el mismo día que empezaban las olimpiadas de París,
como reivindicando una vez más su propia figura en la línea de meta. Su
heroísmo es muy superior a los heroísmos (indudablemente meritorios) de los
actuales medallistas españoles: Mariano estaba solo, y se crio con el hambre de
la posguerra que no le dejó crecer más de 1,65. Los que intentábamos imitarlo
no lo olvidaremos jamás.
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